DF, panorama desolador
Ramón Zurita Sahagún lunes 11, Jun 2012De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Es tan buen candidato al gobierno del Distrito Federal Miguel Ángel Mancera que logra borrar a sus tres contendientes (todas mujeres) o es que los capitalinos tienen algo de misóginos.
Ni lo uno ni lo otro, los electores del Distrito Federal han dado cuenta de su respaldo a las mujeres cuando muestran que son buenas candidatas y que tienen proyectos para hacer un buen gobierno, cuando menos en los casos de jefes delegacionales, donde han votado por candidatas del PRD y del PAN, en diversas ocasiones.
Como ejemplo están las victorias logradas por las panistas Guadalupe Morales y Gabriela Cuevas y las perredistas Ruth Zavaleta, Leticia Robles, Dolores Padierna, María Rojo, Laura Velázquez y Virginia Jaramillo, entre otras que han gobernado delegaciones, con un amplio respaldo de los electores.
No puede entrar en el mismo concepto la ex jefa de gobierno del Distrito federal, Rosario Robles, ya que no fue electa por los ciudadanos y su gestión fue como sustituta de Cuauhtémoc Cárdenas.
Varios de esos personajes femeninos que gobernaron ya no militan en los partidos que las postularon originalmente e incluso, los menos, compiten como candidatas a cargos de elección popular por otros partidos ajenos al de sus inicios políticos. En ese rubro está fuera de dudas que los capitalinos rechacen a las candidatas, con todo y que los nombres de Beatriz Paredes, Isabel Miranda y Rosario Guerra, generen dudas sobre el tema.
La realidad es que los partidos que las postulan eligieron mal los nombres, al equivocarse en sus postulaciones a la jefatura de gobierno.
Ninguna de las tres representaba una buena opción para el ciudadano y menos frente a un candidato con una imagen bien cuidada, que además traía como respaldo un buen trabajo en la administración local y fue postulado por el partido que mantiene el gobierno en sus manos desde hace quince años, mediante tres triunfos electorales consecutivos.
Beatriz Paredes resultó una agradable sorpresa para los priístas al cosechar un millón 300 mil votos en los comicios de hace seis años, aunque fue relegada al tercer lugar de la competencia, pero pudo elevar la cifra de sufragios, lo que resultó un aliciente para los priístas.
En esa ocasión, la tlaxcalteca había realizado una campaña mediocre, alejada de la gente y con todo y ello alcanzó la cifra récord para un priísmo alicaído en la ciudad de México.
Ante la falta de cuadros en la capital del país y con un partido desmembrado, los priístas vieron en Paredes una buena opción, no para ganar, pero si para cosechar una buena ración de votos, superior a la de seis años antes.
Paredes venía de una gestión afortunada electoralmente como dirigente nacional de su partido, pero mantenía un frente abierto en la capital del país, donde disputa el liderazgo del partido con el único grupo con presencia –negativa- en la capital del país.
Con todo y ello fue sembrada como candidata del PRI en alianza con el Partido Verde, buscando atraer, cuando menos, los mismos votos de la elección pasada, ya que será apuntalada por candidatos que habían militado en otros partidos, especialmente en el gobernante en el Distrito Federal.
La estrategia apuntaba a que los priístas conquistaran cuando menos un par de delegaciones y varios distritos de mayoría, tanto a nivel federal como local.
Con lo que no contaban es con la apatía de su candidata al gobierno capitalino, la que en la recta final de la campaña comenzó a caerse en las preferencias de los electores y en un par de meses descendió de cerca de los 30 puntos porcentuales a la mitad de los mismos.
La situación para los panistas no es distinta, ya que la candidata propuesta para el gobierno capitalino ni siquiera milita en ese partido, del que se ha deslindado en diversas ocasiones.
Isabel Miranda fue invitada como abanderada de Acción Nacional ante la carencia de cuadros competitivos y buscando que su nominación atrajera a electores independientes que reforzaran el voto duro del partido.
Y es que Miranda contaba, hasta antes de la nominación, con una bien ganada fama de activista social, misma que fue perdiendo en virtud de su postulación como candidata al gobierno capitalino.
A eso se le añadió que su oferta política es pobre y su discurso carece de contundencia, además de que pronto fue abandonada por los cuadros dirigentes del partido que la convirtió en su abanderada. Miranda naufraga sin rumbo en su primera aventura política, aunque mantiene la posibilidad de alcanzar el segundo lugar en las preferencias electorales, ante la debacle de la candidata priísta.
La incorporación de Rosario Guerra como candidata de Nueva Alianza ocurrió después de que fue hecha de lado por los priístas y hasta agredida físicamente por uno de los grupos que disputan el control del tricolor en la capital del país.
Ella sabe que no disputará el triunfo a los otros candidatos y que tiene asegurado el cuarto lugar en la votación que se expresará el 1 de julio.
Con todo y ello aceptó la nominación por un partido que busca solamente mantener el registro y si acaso obtener algo por encima del mínimo requerido, para contar con representantes populares en el Congreso local (ALDF). La estrategia de Rosario va enfocada a que el Distrito Federal pueda dar una alta votación que contribuya también al registro a nivel federal del partido.
Con esta pobre oferta de las candidatas que lleva como adversarias es muy fácil saber por que el único candidato varón lleva una delantera tan amplia.