Telecomunicaciones: ¿será?
¬ Juan Manuel Magaña martes 12, Mar 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
La reforma a las telecomunicaciones no plantea nada nuevo, nada que no debió hacerse en este país desde hace mucho tiempo: competencia y organismos independientes que sirvan para impedir realmente lo contrario. Pero como eso nunca se hizo, a México le salieron algunos tumores: los monopolios de televisión y telefonía.
Antes bien, la reforma es un reconocimiento involuntario de los años de simulación en que este país ha vivido. Llegamos al grado incluso de que para disimular la existencia de un monopolio televisivo se creó otro, y así se nos dijo que en este país la competencia era una realidad, que al que no le gustara una tele, pues nomás le cambiara de canal.
Luego, a partir del monopolio de la telefonía, México fue capaz de crear al hombre más rico del mundo, simultáneo al hecho de que millones de personas engrosaban año con año, sexenio tras sexenio las filas de la pobreza hasta superar la mitad del país.
Ayer mismo, antes de que la reforma se anunciara oficialmente, corrieron distintas interpretaciones a partir de que su contenido había sido filtrado a varios medios la tarde anterior. El diario “Milenio” puso a ocho columnas que la reforma tenía dedicatoria para Carlos Slim, a quien obligarían a compartir sus redes de acceso a los hogares de los suscriptores, conocido también como bucle local.
Por su lado, la diputada federal perredista Purificación Carpinteyro, consideró que la reforma en telecomunicaciones que iba a ser presentada sería la respuesta al reclamo ciudadano de democratización de los medios. Dijo más: que esto acabará con los monopolios mediático y en telecomunicaciones, es decir, Televisa y Telmex-Telcel.
Carpinteyro no dudó en asegurar que “Es la reforma más importante que va a tener el país”, por el hecho de que plantea que las comisiones reguladoras -un nuevo Instituto Federal de Telecomunicaciones y la Comisión Federal de Competencia- tengan “dientes” para que puedan otorgar y revocar concesiones, así como ordenar la desincorporación de monopolios en áreas sumamente concentradas.
Ojalá la diputada tenga razón, pero es ahí donde uno no se explica por qué Emilio Azcárraga, dueño de Televisa, recibió con una gran sonrisa el anuncio de la reforma.
“Bienvenida la competencia”, dijo Azcárraga, con la seguridad de que él podrá incursionar en el terreno de Slim, antes de que a éste le resulte ventajoso entrarle al asunto de la televisión abierta que ya ni futuro tiene. Además, con el hecho consumado de que Elba Esther ya no será un estorbo en un sector educativo en el que tal vez resulte atractivo para invertir.
Esta reforma, por cierto bastante compleja y llena de características técnicas, tendría que darse – como la reforma educativa – durante un proceso más o menos largo hasta lograr su verdadero objetivo.
Y este objetivo no podría ser otro, en términos muy concretos para la gente, que un par de cosas fundamentales: buenos precios y calidad en contenidos en los servicios de telefonía, televisión e internet.
Me gustaría creer que Carpinteyro tenga razón al ver que la apertura a la competencia favorecerá el acceso de más personas a más canales de información, que les proporcionará una mayor libertad para crear sus propios criterios. “Ya no más manipulación de información -expresó-, la televisión ya no va a estar monopolizada vas a poder contrastar y formar un criterio”.
Eso está por verse. De entrada, queda uno pensativo cuando ve muy sonriente a uno de los que debieran ser severamente afectados por la reforma; el mismo que le ha fallado al país y que al igual que Elba Esther ha contribuido a su ignorancia. ¿Es arrogancia, cinismo, farsa? Lo que sí es real es su enorme y bien ganado desprestigio hasta el día de hoy.