Desmontar la narcogubernatura
¬ Juan Manuel Magaña miércoles 9, Abr 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Llama poderosamente la atención el contraste discursivo de personajes relevantes en la escena michoacana. Y hay algo que no suena bien, que suena desafinado.
Por ejemplo, la semana pasada cerró con el planteamiento del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien aseguró que se han atendido ya las demandas de seguridad de la población en Michoacán, por lo que ya es tiempo de que los grupos de autodefensa cumplan con su palabra y se desarmen.
El gobierno cumplió ya con la detención o abatimiento de los principales líderes de la delincuencia organizada en el estado y es más, subrayó el funcionario, la fase de contención de la delincuencia está ya en otro punto, por lo que se debe hablar de atracción de inversiones y de desarrollo para la entidad.
Diera la impresión de que Michoacán es caso resuelto y que ni la vida de los auto-armados ni la seguridad de las inversiones corren ya peligro alguno.
Parece que ese estado no tuviera otra cosa que hacer que disponerse a administrar su vuelta a la normalidad.
Uno trata de reflexionar ese discurso cuando, de pronto, José Manuel Mireles, dirigente de los grupos de autodefensa del estado de Michoacán y un tipo que ha resultado ser muy preciso en sus diagnósticos, denunció la llegada a dicho estado de presuntos miembros del cártel del Golfo y de “Los Zetas”. Son dos organizaciones, dijo, que ven a esta entidad del suroeste de México como “un pastel exquisito”.
Como puede verse, hay aquí un discurso que contrasta seriamente con el del secretario de Gobernación; que si acaso coincide en algo, es en que la situación presenta una ventana de oportunidad, pero para un tipo de inversiones distinto al que pretende el funcionario.
Y uno está en esas cuando, ayer, ante el presidente Enrique Peña Nieto, el comisionado federal para la Seguridad y el Desarrollo en Michoacán, Alfredo Castillo, expresa que en sólo 11 semanas “hay un cambio por completo” en el estado.
“Se le está cambiando el rostro a Michoacán”, dijo, y por ello el estado “abre las manos para la inversión privada y no solo la inversión pública”, para que el desarrollo económico sea uno de los impulsores para abatir la inseguridad.
Otra vez, la idea de que el cambio no sólo ya se consumó, sino que eso se logró en el tiempo récord de 11 semanas, una hazaña que a Palermo le tomó 11 años, a decir del comisionado.
Pero quizá lo más contrastante, contra lo dicho por el secretario y el comisionado, proviene del discurso del presidente Enrique Peña Nieto cuando dice que “cueste lo que cueste” se recuperarán la paz y tranquilidad en Michoacán, y que no es tiempo de echar las campanas al vuelo, pues para alcanzar esa paz y tranquilidad que exigen los michoacanos es necesario también asegurar el desarrollo y progreso de la entidad.
En la dramática situación que presenta Michoacán, apenas inicia un proceso mediante el cual se pretende desmantelar lo que a todas luces parece narcogubernatura.
Apenas fue detenido y es investigado Jesús Reyna, ni más ni menos el que fuera secretario general de Gobierno y gobernador interino, y hay serias sospechas de que la cosa pudiera subir hacia el gobernador constitucional Fausto Vallejo y extenderse a otros funcionarios.
Todos son sospechosos.
¿Hasta dónde llegará el asunto? Eso tardará en saberse. Y mientras esto no ocurra, Michoacán no habrá cambiado ya su rostro ni habrá terminado la tarea. Decirlo suena a echar las campanas al vuelo y eso no sólo podría provocar recelo sino algo peor: bajar la guardia.