El México seguro de Calderón
¬ Juan Manuel Magaña martes 8, Jul 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
En 2011, Felipe Calderón se llenaba la boca diciendo que México era tan seguro que las mujeres paseaban tranquilamente a sus hijos en las carriolas y hasta retaba muy orondo a quien quisiera a atreverse a pasear con él de noche en cualquier sitio del país. Ese tono fanfarrón era para ocultar los horrores que su guerra fracasada producía en el territorio.
Horrores como el que este lunes publicó el diario “El País”, ocurrido precisamente en una tarde de marzo de aquel año, cuando “unas 300 personas fueron secuestradas en 2011 en México por una venganza de “Los Zetas”. El miedo y el silencio sepultaron una matanza que empieza a emerger”.
En realidad, de este caso se supo en enero de este año, cuando “Proceso” publicó que “equipos especiales de militares y peritos de la Procuraduría General de Justicia descubrieron en un rancho del municipio de Zaragoza restos humanos y evidencias de que ahí calcinaron a decenas de personas”.
“Alrededor de 250 efectivos del Ejército, la Marina, Policía Federal y cuerpos de seguridad de Coahuila realizan un macrooperativo en la región de Cinco Manantiales para buscar a 300 personas desaparecidas -publicó la revista-. La mayoría de las más de 300 desapariciones ocurrieron en los municipios de Allende y Nava, de la región de Cinco Manantiales, cuando un grupo del crimen organizado secuestró y desapareció a alrededor de 80 familias en 2011”.
A su vez “El País” describió ayer: “Hubo una tarde en marzo de 2011 en que la muerte cruzó el desierto e hizo suya una pequeña ciudad de Llanura, al sur del río Bravo. Ocurrió a eso de las cinco y media. Procedentes del Este, unas 40 camionetas cargadas de hombres armados y encapuchados dejaron atrás los frondosos nogales que anuncian la entrada de Allende, sellaron los accesos y se repartieron por la población. Nadie se interpuso, nadie se enfrentó a los sicarios mientras sacaban de sus casas a decenas de familias y se las llevaban a la fuerza para cumplir la terrible venganza ordenada por Miguel Ángel Treviño Morales “El Z-40”, en aquella época el líder de “Los Zetas”, el más sanguinario cártel de la droga de México.
“El escarmiento duró varios días y se extendió a otras poblaciones cercanas como Piedras Negras, en la salvaje frontera mexicana con Texas. Entre 200 y 300 personas desaparecieron, según declaraciones posteriores de los propios narcos y el relato de los vecinos. La mayoría de las víctimas eran familiares de dos cabecillas locales de “Los Zetas” que supuestamente habían traicionado a la organización y huido a Estados Unidos. En represalia, hombres y mujeres, niños y ancianos fueron secuestrados. El torbellino del horror arrastró incluso a albañiles y personal doméstico que habían trabajado para los fugados.
“Sus casas fueron entregadas al saqueo; luego baleadas, incendiadas y finalmente horadadas con bulldozers. Todo ello a la luz pública y sin que la policía ni las autoridades movieran un dedo. Setenta propiedades quedaron en ruinas. Sus esqueletos siguen exhibiéndose como prueba irrefutable de lo ocurrido. Solo en el municipio de Allende, según el alcalde, desaparecieron entre 30 y 40 familias. Pero la matanza, posiblemente la mayor de la última década en México, quedó sepultada en el silencio. Un secreto del que solo tres años después, al descender el poder de los narcotraficantes, han emergido las primeras y aterradoras reconstrucciones.
“El gobierno del estado de Coahuila ha puesto en marcha una decisiva investigación. Pero a estas alturas no hay una lista oficial de desaparecidos ni de muertos, no hay detenidos ni siquiera se ha ofrecido un relato oficial pormenorizado de la tragedia. Se han localizado fosas, con cientos de restos, pero aún no se ha determinado su identidad ni a cuántas personas corresponden. La impunidad sigue marcando la vida en Allende. Y el miedo”.
Hasta aquí el relato que hace ver que en el México seguro de Calderón una comunidad entera fue arrasada y que es obvio que el tipo, con toda la fuerza armada bajo su mando, no fue capaz de mover ni un dedo al respecto. Optó por la ocultación y hasta la negación de los hechos, ayudado por la televisión principalmente, por dejar de contar los muertos de su guerra y por abdicar de las responsabilidades que desde el Estado tenía para con la población. Y ahí anda impune, enviándonos sus selfies desde Brasil.