Trascender con esperanza, una historia para entender las relaciones humanas
Cultura martes 10, Nov 2015- Redescubrimiento de los valores
Ya circula en librerías una novela que vale la pena leer por cinco poderosas razones que dejarán satisfecho al más exigente de los lectores, porque demuestra que la novela es la reina de los géneros literarios, en razón de que en su desarrollo se pueden desmenuzar todos los temas, con un potencial hasta ahora sin fin.
Se titula “Trascender con esperanza”, es de la autoría de Álvaro Ibarra Magaña y fue editado por “Aqua Ediciones”.
Por supuesto, el título dice muy poco o demasiado, según se interprete, pero nuestra recomendación se basa en que a lo largo de la trama el autor utiliza una serie de paisajes novelados para desplegar con pedagogía cuestiones rutinarias, que en la actual civilización hemos perdido de vista y por tanto dejado de disfrutar.
Álvaro Ibarra Magaña maneja una narrativa marcadamente ágil, que lleva al lector a devorar páginas y a olvidarse de la trama, en cuyo esclarecimiento muchos lectores se pierden.
“Trascender con esperanza” no es un libro de superación, pero a la mitad de su lectura se puede descubrir que una persona ha perdido valores y dejado de disfrutar muchas bondades y esta novela le enseña desde cómo disfrutar el aire (el oxígeno pues), a las personas, las calles, los edificios, el campo, los cultivos, la comida, el ejercicio, utilizando distintas herramientas creadas para ello, como es fundamentalmente el amor, la amistad, la fraternidad, la justicia, la caridad, el servicio y las relaciones humanas.
Aparentemente, la trama no tiene trascendencia, pero al final el lector se halla con un saldo extraordinario, pues le enseña en forma por demás práctica y elemental, primero para qué sirve viajar y cómo disfrutar cada uno de los elementos que se agolpan en un viaje con las más distintas intenciones, desde quienes eligen el placer, los negocios, la asistencia, hasta quienes viajan para relacionarse con los indígenas de nuestro país, que lo hacen por morbo y terminan enamorados de su cultura.
La novela, en efecto, es un paseo, pero por la vida, con la intención de que el viajero descubra una serie de elementos, que por la rutina, han perdido valor para nuestros sentidos y en ese trayecto nos detiene para reflexionar el sentido y significación de la amistad, con gente que no conocemos y que podemos sumar a nuestro círculo de amigos.
No es casual que trate dos temas de fondo, como son la soberbia y la lealtad de las personas, factores que cuando salimos a la calle a trabajar o cuando viajamos, no figuran en nuestra agenda. Hoy en día nadie planea un viaje para sumar amigos o para sembrar y pagar lealtades.
El autor de esta novela, que no es un escritor profesional (pero mucho lo parece) cuestiona actitudes y concepciones sociales que debemos reconocer quienes hemos perdido de vista los valores que nos estimulan para vivir mejor.
“Trascender con esperanza” narra la vida de dos jóvenes enamorados de las personas equivocadas, que muestran que no saben lo que quieren ni para qué lo quieren, lo cual los lleva a soñar en solitario.
Pero ellos tienen algo en común: aborrecen y tienen aversión por la soberbia y la violencia, con la que algunos hombres transitan por la vida y por desgracia encuentran a un hombre con esos defectos, que les ayuda a ordenar el caos en el que viven.
El libro tiene una serie de enseñanzas, cuyo desenlace todo mundo conocemos, pero todos hemos cerrado los ojos ante lo rutinario y el autor demuestra que no se requiere teorizar para poder narrar a la sociedad desconocida, no por aislada, sino por ignorada.
Su autor es un ingeniero químico egresado de la UNAM, que por su profesión fue colocado en la industria de las artes gráficas y con ello en la industria editorial y desde muy joven ha leído kilómetros de libros de distintas especialidades y por eso, su asignatura pendiente es un libro sobre cuestiones subrayadamente comunes que no tienen nada que ver ni con las ciencias políticas ni sociales, pero que fundamentalmente las norman y las rigen.
Un ejemplar como éste deja más lecciones que un tratado y ese debió ser el objetivo de su autor: describir el momento adecuado de regalar o recibir una flor o un abrazo, la sonrisa de un niño, la tristeza de un anciano, un vaso de agua, un buen café, una torta hecha con afán; las actitudes que proyectan responsabilidad, amor y orden: el cielo, las montañas, los desiertos y hasta las piedras tienen algo que decirnos y nosotros debemos aprender a disfrutarlos.
El libro no concluye con una moraleja sólida, sino con un ciento, y yo me quedaría con que en la era de la informática, es preciso relanzar nuestras relaciones con las personas y con las cosas, ambas tienen mucho que brindarnos y quizá no lo hemos descubierto.