El medallero olímpico
Augusto Corro lunes 22, Ago 2016Punto por punto
Augusto Corro
Fue muy pobre la participación de México en los Juegos Olímpicos de Brasil.
Esto se refleja en el medallero obtenido por otros países que son verdaderas potencias deportivas.
Ayer en la mañana, Estados Unidos encabezaba la lista de ganadores con 43 medallas de oro; 36 de plata; y 37 de bronce. Un total de 116 preseas.
Brasil, el organizador del evento llevaba 6 preseas de oro, 6 de plata y 6 de bronce.
México tenía registradas 3 medallas de plata y 2 de bronce.
Por cierto, casi las preseas que obtuvo nuestro país se lograron con un sinnúmero de sacrificios.
UNA PROFUNDA DIFERENCIA
Como se ve pues, la diferencia es abismal entre el triunfador Estados Unidos y México en materia deportiva.
Lo que nos ocurrió en Río de Janeiro no es nuevo, además de que los hechos reflejaron la política miserable con la que se atiende a los deportistas mexicanos.
Las quejas de los concursantes fueron múltiples e iban desde un boxeador que tuvo que “botear” para conseguir dinero para su pasaje a Brasil, las pugnas en las federaciones deportivas y la mala dirección de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), encabezada por el controvertido Alfredo Castillo.
Los problemas en materia deportiva estuvieron a punto de que México no participara en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Este es el triste papel de la delegación deportiva mexicana que obligarán a las autoridades a tomar cartas en el asunto, para darle otro rumbo al deporte olímpico en México. Eso creo.
Sin embargo, será muy difícil que así suceda. Son muchos los intereses que se encuentran en juego que no lo permitirán; por ejemplo, el manejo opaco de los recursos económicos.
LA TRISTE REALIDAD
Ya los jefes de Alfredo Castillo se encargarán de pedirle cuentas, pero la realidad sobre lo que sucedió en Brasil no es de ahora, viene de años atrás porque no existe una cultura del deporte entre los mexicanos.
Aunque somos millones de mexicanos, una mayoría de pobres dedican su tiempo a trabajar para sobrevivir. Faltan lugares especiales para desarrollar actividades físicas. No es pues, el deporte algo que se nos dé a los mexicanos. Quizá nos gusta, como espectadores, pero no lo practicamos.
Los raquíticos resultados de México en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro bien podrían ser el pretexto para encauzarnos por otros caminos en la vida deportiva; otras rutas que nos lleven a ganar más medallas; a hacer patentes nuestras cualidades de ganadores, etc.
CAMBIAR NUESTRA MENTALIDAD
Pero es fundamental que empecemos por cambiar nuestra mentalidad egoísta, mezquina e insolente. Para ello, se necesitan programas de deporte a largo plazo, con estímulos a todos aquellos que quieran participar en cuanto certamen deportivo se presente, apoyado con entrenadores adecuados y espacios suficientes para su preparación.
Que no ocurran hechos tan lamentables como el de los niños triquis de Oaxaca, que ganaron la Copa Barcelona de basquetbol.
Los pequeños ya tuvieron otros triunfos importantes a pesar de las condiciones de miseria en que hacían su preparación para las competencias: jugaban descalzos. Y así se presentaron en varias justas deportivas y ganaban.
¿Pero que creen? Ya como triunfadores, el equipo de basquetbolistas ya no pudo entrenar en su cancha deportiva construida para ellos mismos. Las autoridades de Santa María del Tule les impidieron la entrada desde mediados del mes de julio.
El alcalde del lugar, Rafael Luis Cabrera, exigía a los niños campeones, y a otros más que se entrenaban en el lugar, pagar cuotas por el uso de la cancha, comprar material deportivo y computadoras. ¿De dónde iban a sacar dinero aquellos pequeños deportistas que viven en la pobreza?
Esa conducta del presidente municipal se repite a lo largo y ancho del país. Con esa idea mediocre del deporte entre las autoridades, no se llegará a ningún lado.
En fin, no se necesitan conocimientos de experto para saber qué aqueja al deporte mexicano; solo falta voluntad para hacer de México un país ganador de muchas medallas, por cierto, no sólo olímpicas. ¿No cree usted?