Segunda vuelta, pero ya
Freddy Sánchez martes 13, Jun 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Los acontecimientos en el Estado de México volvieron a dar cuenta de lo que es una verdad a todas luces: la desconfianza en cualquier gobierno emanado de las urnas.
No hay partido político en México en las actuales circunstancias, que se pueda ufanar de llegar al poder (en las cámaras legislativas, las presidencias municipales, los gobiernos estatales o la Presidencia de la República), contando con el apoyo mayoritario de la sociedad.
Simple y llanamente ganan una elección los candidatos menos repudiados, los que sus partidos mediante toda clase de artilugios logran engatusar a un determinado grupo de electores para constituirse como grandes electores de la mayoría entre las minorías que participan y se dividen la totalidad de votos sufragados, frente a una clara apatía de cientos de miles de electores que ni siquiera votan por alguna de las opciones a la vista.
Es obvio pues, que la democracia electoral en nuestro país como alguien lo dijera alguna vez es “un mito genial”. O más bien un engaño perverso de quienes recurren a una mil patrañas, a efecto de que sin el debido sustento popular, a los cargos electorales lleguen sus incondicionales o sirvientes, comúnmente dedicados a atender exigencias de los grupos de poder que les ofrecieron la oportunidad de hacerse cargo de un empleo institucional.
Bajo esa premisa, qué podría importarles a los que hoy por hoy se reparten el poder, abogando por una democracia de caricatura, en la que los competidores en la lucha electoral, suelen ser simples monigotes de los que se afanan en seguir montando el mismo circo por más que mucha gente se sienta engañada después de cada elección en la que no gana el mejor sino el menos peor.
Un historia que se repite desde hace muchos sexenios en nuestra nación, particularmente desde que el multipartidismo sentó sus reales en el ejercicio del poder, dando por resultado no más ni mejores opciones de vida para la mayoría, sino cabida al descaro y oportunismo de un sinnúmero de políticos deshonestos y apátridas, que con su mal hacer en favor del bien común, de sobra han demostrado que de derecha, de izquierda o de centro, los políticos mexicanos en su mayoría son la misma gata, nada más que revolcada.
Y por eso justamente, cada que llega una nueva elección, el voto popular se ausenta de las urnas (a consecuencia de la absoluta desconfianza en los contendientes), o se divide en fracciones, (en buena medida compradas o cooptadas por manipulaciones partidistas), lo que se traduce en un raquítico liderazgo social de los ganadores.
Algo que, obviamente, no podría ser de otra manera, considerando que la mayoría de la gente emitió un voto en contra de ellos, mientras que a muchos otros electores ni siquiera los animaron a votar.
Será entonces que lo mismo de las pasadas elecciones presidenciales, lo veremos en el 2018 con el nombramiento de un presidente apoyado por una minoría electoral, que a la vez sea visto por la mayoría con notorio desdén e incluso repudio.
Sólo una manera habría para evitarlo. Lo que tanto les asusta a los políticos en México. Reconocer la imperiosa necesidad de aprobar una segunda ronda de votaciones, en la que única y exclusivamente queden en la competencia por la silla presidencial, el primero y el segundo lugar de una primera votación.
Una fórmula que en otros países se aplica con el saludable resultado de darle al ganador de una elección el mayor respaldo posible de la sociedad. Al menos de esa parte de los que votan en conciencia pensando en una mejor opción para la patria y quieren que su voto se respete.
De ahí que deba legislarse a favor de una segunda vuelta, pero ya.