¿Por qué México no puede convertirse en Venezuela?
José Antonio López Sosa lunes 9, Abr 2018Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Aunque sin sustento, se insiste en que un eventual triunfo de la izquierda y de Andrés Manuel López Obrador nos puede llevar a donde está Venezuela hoy, mucha gente lo cree precisamente por el desconocimiento de las diferencias históricas y geopolíticas que hay entre ambas naciones.
En esta columna no vamos a promover el voto por ningún candidato, simplemente me refiero al tema específico que hay con relación a convertirnos en Venezuela, de lo demás, cada quién sabrá hacia dónde y por quién dirige su voto.
En 1998, cuando Hugo Chávez ganó como candidato presidencial tenía en su plataforma reorganizar la República, es decir, hacer una nueva constitución política.
Las instituciones venezolanas no sólo estaban en una etapa de poca credibilidad, sino al borde de la destrucción desde la salida de Carlos Andrés Pérez.
En México, ni en 2006, ni en 2012 ni ahora en 2018, hay algún partido o candidato que plantee la idea de hacer una nueva Constitución política o cambiar el modelo del sistema político de tres poderes, representativo y republicano que nuestra Constitución establece.
Desde antes de 1999, que Chávez llegara al poder, la economía de Venezuela dependía de forma casi absoluta del petróleo, no contaba con una planta productiva o con otra actividad que generara ni de cerca esa cantidad de divisas, por una política petrolizada desde los años setenta y ochenta.
Durante la gestión de Chávez —y ahora Maduro— lejos de promover la industria, se usó el dinero del petróleo para nacionalizar y promover su régimen en el exterior de forma irresponsable.
En México el petróleo desde hace tiempo dejó de ser la principal fuente de ingresos, lo son vergonzosamente las remesas y, en tercer lugar el turismo.
En México hay una planta productiva que no tiene ni de cerca comparación con la pequeña industria venezolana que nunca se desarrolló, ni en la tercera ni en la cuarta República.
Hugo Chávez formó parte de un golpe de Estado en 1992 y fue un militar vuelto político. En México los militares y ex militares ya no fungen como candidatos ni como políticos electos.
En 1998, las instituciones venezolanas —insisto—, estaban al borde del colapso, no solo en materia de credibilidad sino en lo económico, político, social y la misma clase política (chavismo y oposición) estuvieron de acuerdo en hacer una nueva Constitución y una nueva República.
En México las instituciones son corruptas pero sólidas, no hay ningún planteamiento de disolver las instituciones y crear nuevas y no está en las atribuciones del Presidente hacerlo, sobre todo con un Congreso dividido como suelen ser desde hace décadas en México.
Pretenden comparar peras con manzanas, la realidad venezolana es terrible, la impotencia desde el exilio de millones de venezolanos les hace creer que toda izquierda equivale al desastroso capitalismo de estado de Chávez y Maduro. Afortunadamente el mundo no gira alrededor del modelo venezolano ni de Chávez o Maduro.
En México, actores políticos y de mercadotecnia política repiten esa mentira cien veces pretendiendo que sea verdad: México se podría convertir en Venezuela.
Falso, falso, falso.