¡Basta de sangre!
Augusto Corro viernes 14, Ene 2011Punto x Punto
Augusto Corro
El caricaturista Eduardo del Río Rius, inició una campaña denominada ¡Basta de sangre! con la aparición de la frase “¡No+ sangre!” que tiene como propósito movilizar a la sociedad contra la violencia provocada por la guerra contra el crimen organizado.
Se trata de una protesta que encontró un eco importante en todos los sectores sociales hartos del baño de sangre en el que se encuentra México y al que, según los especialistas, no se le ve fin. Simplemente, el año pasado, se registraron un total de 15 mil 273 homicidios vinculados con la delincuencia organizada. Es decir, en promedio 41.8 asesinatos diarios. Y en lo que va del sexenio panista, la cifra de muertos alcanza los 34 mil 612.
Las cifras anteriores se dieron a conocer en las reuniones pomposamente llamadas Diálogos por la Seguridad Avances y Compromisos, en los que predominan los discursos de los políticos que intentan paliar, inútilmente, su ineptitud en la lucha contra la delincuencia organizada que no da tregua y ensoberbecida se vuelve más sanguinaria.
La campaña de Rius es importante porque presiona al gobierno federal a buscar otros caminos para terminar, o por lo menos reducir el índice de víctimas de una guerra que se inició sin la estrategia adecuada. Todo mundo sabe que el tráfico ilegal de drogas se encuentra en todas las sociedades y que las formas para erradicarlo varían de un país a otro.
En México, repentinamente, se abrió un frente contra la narcodelincuencia sin que las autoridades supieran a qué o a quienes se enfrentaban y tuvieron que pasar los días, meses y años, para saber que los cárteles se convirtieron en organizaciones criminales con un poder integral apoyado en el dinero y en las armas. Además, con la facilidad de conseguir sicarios para sus ejércitos en el mundo de desempleados que abunda en nuestro país: una gran mayoría de jóvenes que encuentran las puertas cerradas en las escuelas y en los centros de trabajo.
Es en este renglón, donde las autoridades tienen que revisar sus acciones, porque el enfrentamiento armado entre la fuerza armada y los cárteles sólo produce muertes. Durante el conflicto poco se ha hablado de medidas preventivas que orienten y ayuden a la sociedad a alejarse de la delincuencia.
Ya en otra ocasión se ha planteado la necesidad de la creación de fuentes de empleo, de más escuelas, de promoción al deporte, etc., para llamar la atención de los jóvenes, principalmente, a encontrarle un sentido positivo a sus vidas. Se trata pues, de buscar otras formas de lucha contra la delincuencia organizada. Si se trata de una guerra que nunca ganará el gobierno, ¿por qué empeñarse en mantenerla?
Expertos en la materia han señalado que la legalización de las drogas podría ser un camino a analizar, porque tarde o temprano a eso se llegará. El alcohol y los cigarrillos son tan dañinos como la mariguana y la coca y los primeros no tienen restricción alguna para su consumo. El consumo de los estupefacientes, ahora prohibidos, traería mayores ingresos a través de los impuestos, como ocurre con el tabaco, por ejemplo.
En el vecino país, las autoridades tuvieron la experiencia de prohibir la venta de alcohol en aquellos años conocidos por la implantación de la “Ley Seca” que provocó el auge de la delincuencia con sus resultados sangrientos. Se canceló esa lucha y ahora quien desea morir alcoholizado es un asunto de responsabilidad personal. Con lo ocurrido en Estados Unidos, su gobierno sabe que le conviene más hacerse de la vista gorda que embarcarse en una cruzada, cuyos resultados se antojan impredecibles.
Así, en el vecino país se encuentra el mercado más grande de consumidores de drogas. Su economía y la laxitud de sus leyes se lo permiten. Disfrutan de sus churros o del polvo blanco a sus anchas, mientras que en México los sacrificios humanos se efectúan diariamente para que a nuestros vecinos no les falte su dosis de droga. Y allá todos felices.
Claro, el negocio no termina ahí, continúa con la venta de miles de armas que utilizan los cárteles para mantener y expandir su poder. Los beneficiados son los productores de pistolas, rifles, ametralladoras, lanza cohetes, etc., que apoyan la tradicional economía de guerra de Estados Unidos. Cabe, pues, pensar que el contrabando de armas nunca terminará con guerra o sin ella.
Es seguro que la sociedad mexicana tiene sus puntos de vista propios derivados de lo que presencia, sabe o le informan de las acciones sanguinarias de los narcotraficantes que actúan en gran parte del territorio nacional. Es seguro que nadie desea que se termine la guerra contra la narcodelincuencia, lo que se busca es poner en práctica ideas que disminuyan el índice de la mortandad.
En medio de este escenario, cobra importancia la campaña de Rius, porque no solamente se trata de evitar más derramamientos de sangre, sino de reconstruir un país integralmente. Es decir, volverle su dignidad a todos los sectores sociales que se encuentran dañados porque de una forma u otra fueron tocados por el narco o tienen alguna relación con este tipo de delincuencia o simplemente son responsables de combatirlo.
Y es tal el poder de la narcodelincuencia que no se detiene en llevar la corrupción y la impunidad hasta donde le conviene. No tendríamos espacio para enumerar los casos en los que militares y policías, agentes del Ministerio Público y jueces cayeron en las tentaciones ofrecidas por los integrantes de los cárteles.
Cabe, pues, reflexionar en el grito de ¡Basta de sangre! de Rius que obliga a buscar otras rutas, otras maneras de enfrentar al flagelo que padece México actualmente y que amenaza con agigantarse si no se encuentran medidas salvadoras, pertinentes que ahorren vidas humanas.
Por ahora, casi se nos vuelve una costumbre leer o saber que las masacres solo cambian de lugar. Decenas de muertos en Ciudad Juárez, decenas de muertos en Acapulco… decenas de desaparecidos en… colgados en puentes… decapitados… secuestrados y levantados… ¡Ya basta!