Terrorismo juvenil
¬ Mauro Benites G. jueves 19, Sep 2019Municiones
Mauro Benites G.
La noticia no trascendió, pero es delicada y muy peligrosa, un diario de circulación nacional detecto la planeación de un atentado en contra de la población de Ciudad Universitaria, que se llevaría a cabo el 20 de noviembre de este año. Es lamentable y triste que nuestros jóvenes quieran imitar la violencia de terror de la juventud de Estados Unidos. El terrorismo individual, destinado a la aniquilación de una determinada persona —rey, ministro, funcionario, representante de cierto grupo o determinada tendencia es violenta, inútil e injusta, porque nunca es un individuo la clave de una situación y muerto fulano, mengano ocupa su lugar para representar, imponer y sostener los intereses al que el eliminado servía. Pero en medio de su crueldad, el terrorismo contra determinado individuo, casi siempre magnicidio, tiene al menos el relativo prestigio romántico del autosacrificio: el asesino muere con su víctima, invariablemente, al menos el asesino directo, material. Por supuesto, no se consigue nada con derramar sangre—excepto liberar ciertos instintos primitivos o drenar algunos problemas mentales— porque el sistema, el grupo, persisten, con la aureola del martirio, y porque ese sistema, avisado, aprieta las fuerzas de represión, de lo que resulta que todo el pueblo pierde libertad porque un fanático o un loco creyó dársela mediante el asesinato. El “terrorismo social” —¿se puede decir esto? — tiene la misma violencia y crueldad que el personal, con dos agravantes; que suele cobrar víctimas inocentes y que representa la forma más vil del delito político, que pierde su significación de tal para convertirse, sencillamente, en crimen, el más sucio, ruin y cruel de los crímenes. Si, como sospecho, los directores intelectuales ¿dije intelectuales? de esta acción criminal engañaron y fanatizaron jóvenes no digo estudiantes porque estudiante es el que estudia, no el delincuente que se inscribe en una escuela buscando impunidad— entonces hay que agregar al crimen material el asesinato moral. Porque el que enseña a un joven a matar, le mata el alma, asesinato peor que cualquiera otro.
El tipo de terrorismo indiscriminado, general, nace solamente de dos condiciones, nada más que de dos: o de la desesperación impotente que provoca una tiranía o de la impotente desesperación nacida de un fracaso humillante, de una equivocación absoluta, de una total frustración, de un sentimiento hecho de ridículo y torpeza, y no digo de mala conciencia porque quien coloca bombas o realiza atentados está claro que no la tiene, ni siquiera mala.
Y ahora, para cerrar estas reflexiones elementales ¿cuántos otros ejércitos de Latinoamérica están dispuestos a no combatir, a no defenderse? Es cosa de pensar siquiera una vez, siquiera un minuto.