Más austeridad
Armando Ríos Ruiz miércoles 28, Abr 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
La economía de México empezó a verse menguada desde antes de la aparición de la pandemia que paralizó al mundo. Cuando ésta obligó a todos los habitantes del planeta a resguardarse para evitar contagios, México fue uno de los países que más resintió el problema, debido a que el gobierno comenzó su actuación sin planeación de ninguna índole.
Los programas sociales encaminados a repartir cantidades inmensas de dinero a algunos sectores de inútiles, -con excepción de los adultos mayores- y a otros que a la fecha se han traducido en un verdadero fracaso, pero que a toda costa hay que conservar porque generan votos -el anhelo más codiciado de quien manda-, han contribuido de manera alarmante a acabar con el numerario heredado de gobiernos “neoliberales” y con lo que a duras penas se ha podido captar en el presente.
Con elecciones encima, cuyo resultado definirá si el Presidente continúa con su hábito de destrucción o es obligado a abstenerse, la insistencia en repartir para comprar los votos más caros de la historia ha dado al traste con nuestra economía de por sí enferma. Lo malo es que no existe ninguna voz autorizada que el mandatario desee escuchar o que haga eco en sus oídos, que se atreva a decir que vamos por el peor camino.
Para aumentar el caudal de la hacienda pública, el Presidente obligó a todos los servidores del gobierno a bajarse el sueldo. Puso el ejemplo sólo para la foto y para las noticias. En realidad podría pasar todo el tiempo que le permita su inmenso deseo, sin cobrar un centavo. La pobreza estaría a varias galaxias de distancia de alcanzarlo, igual a él que a sus descendientes.
Para disponer de dinero, también ha tenido que cancelar innumerables dependencias, creadas para resolver problemas. Que muchas se contaminaron y fueron convertidas en entidades llenas de corrupción, es cierto. Pero muchas también servían para aliviar conflictos que la ciudadanía padecía de manera inesperada. Verbigracia, el Fonden, entre muchas otras.
Desde el inicio, hace poco más de dos años, los expertos vieron en los programas sociales anunciados opacidad y cero control sobre sus destinos. Especularon en el sentido de que el primer año rebasarían los 630 mil millones de pesos. El reparto a esos proyectos, sin reglas de operación, provocó que el vaticinio se quedara corto.
Hoy se habla de lo imperioso que resulta recurrir a más austeridad y de la necesidad de implementar nuevas medidas para la retención de recursos, como la desaparición de otras instituciones. Hay ofrecimientos de aumentar el monto de las dádivas, para alentar a los beneficiarios a emitir su voto por Morena en junio próximo. Por lo tanto, hay que recurrir también a la única idea que se viene a la cabeza: austeridad y desaparición de dependencias gubernamentales. Hay que tener presente que de por sí, el gobierno sólo gasta. No genera.
Ahora ya se sabe con alguna certeza, que el Presidente tiene en la mira al Instituto Nacional Electoral (NE), institución con la que ha rivalizado, debido a que no le permite actuar a capricho. A imponer su voluntad y a atropellar la ley como sabe hacerlo. Aquella condena de “¡al diablo con las instituciones!” reflejará su mejor corolario con esta acción.
Pero hay otras, para que el dinero alcance: el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (INAI). También órganos reguladores como la Comisión Reguladora de Energía (CRE), la Comisión Federal de Energía, (Cofece) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT).
Algunos especialistas prevén además una iniciativa para insistir en que ningún servidor público gane más que el Presidente de la República, debido a que en la actualidad aún hay decenas de funcionarios que tienen un salario superior, gracias a haber recurrido al amparo.