Lágrimas y risas
Alberto Vieyra G. viernes 11, Jun 2021De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“Del rumor nadie se salva, sobre todo en temas como la sexualidad o la estupidez”, sostenía el escritor, investigador y académico Boris Berenzon Gorn, quien en su libro Re/tratos de la re/vuelta lograría reunir más de 4 mil chistoretes, anécdotas y motes con los que se les ha conocido a los gobernantes mexicanos, que a lo largo de la historia del presidencialismo mexicano e incluso desde la época colonial, retrata con singular humor negro la personalidad de cada gobernante de la que los ciudadanos de a pie suelen hacer cera y pábilo para cobrárselas a carcajadas a los gobernantes que los han hecho llorar.
Boris Berenzon sostenía la tesis de que “entender la política mexicana desde la solemnidad es un gran error, porque tiene una parte humorística, porque se quita lo formal al poder y aparece lo que piensa la gente. El inconsciente colectivo se encuentra a través del chistorete”, que los exhibe a los politicastros como lo que realmente son: Idiotas, ignorantes, ladrones, amantes del arroz con popote, etcétera, etcétera.
Se decía, por ejemplo, que cuando Porfirio Díaz llegó al cielo, Dios no se levantó a recibirlo por miedo a que ocupara su trono.
De los transas, el llamado cómico de la política, Jesús Martínez Palillo, solía llamarles “méndigos pulpos chupeteadores” … y a los gandules les aplicaba el siguiente dicho popular: “la ociosidad es el vicio de todas las madres”.
A López Mateos le llamaban López Paseos por aquello que le encantaba viajar al extranjero y decían que para las mujeres era mas gallo que el que les canta a las gallinas de mi pueblo; A Carlos Salinas se le conocía como la hormiga atómica, el chupacabras o el pelón de Dublín; A Anastasio Bustamente se le conocía como “él come-huevos” por aquello que se comía 15 huevos diariamente. Antonio López de Santa Anna le conocemos también como el quince uñas, por aquello de que perdió una pierna en la Guerra de los Pasteles que México sostuvo contra los franceses en 1839.
Cuentan que cuando los villistas le tumbaron la mano derecha a Obregón en Santa Anna del Conde, por lo cual se le conoció como el manco de Celaya, no encontraban la mano del sonorense hasta que alguien tuvo la brillante idiota de sacar de su bolsillo una monera de oro y lanzarla como un bolado y de pronto apareció la mano de Obregón para apoderarse de la moneda.
Nadie se escapa. Hoy, a López Obrador ya se le conoce con los motes del mesías tropical, el americano, el cábula, el peje y el más reciente, como “el té de manzanilla”, porque a todos cae bien, pero no sirve para nada.
A propósito, ahora con el regreso a clases el maestro de español sometió a evaluación a los chiquillos quienes tuvieron que identificar el sujeto en oraciones cortas. “A ver Pepito, pon mucha atención… el gobernante salió malo. Ayúdanos a identificar en dónde quedo el sujeto”. A lo que Pepito respondió: ¡En Palacio Nacional, maestro!
Y de Pepito se cuenta también, que un día llego feliz a la escuela presumiéndole a su maestra que su gatita había tenido gatitos y que todos eran amlistas y morenistas. La maestra soltó la carcajada. A los pocos días el inspector de zona visitó la escuela de Pepito y la maestra aprovechó para que Pepito le contará lo sucedido con su gatita. Pepito contó entonces que sus gatitos estaban hermosos y que todos eran priístas, panistas y perredistas, es decir aliancistas porque dos semanas atrás todavía no abrían los ojos…