El laberinto del Presidente
Armando Ríos Ruiz viernes 11, Feb 2022Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Los últimos días, el Presidente ha revelado un laberinto en su cerebro que tiene entrada, pero no salida. Una parte oscura que desnuda paso a paso su infinita ignorancia en todos los temas de la gobernanza y que de todos modos aborda como si se tratara sólo de verter opiniones sin ton ni son. Si fuera consciente de lo que hace, debería de sentir algo de vergüenza. No obstante, ésta no asoma por ningún lado. Quiere decir que algo está descompuesto dentro de él.
Tal vez se trata de un tornillo perdido. De un desajuste sin remedio, que va de menos a más y que habrá de acabar de destaparlo muy pronto como alguien que tiene la brújula descompuesta. Que nunca ha señalado el oriente y siempre, de manera insistente, al norte y, por eso, se le ve aturdidamente “norteado”.
Últimamente ha exhibido una rabia sin límite, prácticamente contra todo lo que se mueve. Parece que lo que se dio a conocer de su hijo mayor le produjo un desacomodo que acabó por estropear la posición de sus órganos pensantes. Lo mismo arremete contra Austria por el penacho de Moctezuma, que desde cuándo le dijo que no se deshará de él, que contra los periodistas que cuidaría, de acuerdo con un exabrupto suyo. Al respecto, debe sentir un gran deleite cuando conoce de la desaparición y muerte de alguno del gremio.
Se metió contra Panamá, que tiene todo el derecho de rechazar el envío de embajadores, no de dudosa calidad, sino de mera bajísima estofa, como Pedro Salmerón y Jesusa Rodríguez, ninguno con la mínima preparación diplomática. La última, poseedora de un vocabulario de carretonero que no la hace meritoria del cargo. Por ello le preguntaron desde ese país: “¿Qué le hicimos a México?”
Ahora le tocó el turno a España, de nueva cuenta. Como si hubiera pasado la noche en vela por considerar contra quien pelear al día siguiente y verter su veneno en una mañanera más, que para eso sirven. Sólo que empleó un verdadero galimatías que para entenderlo, debió contratar a una persona versada en interpretar fielmente sus intenciones, porque el lenguaje de Cervantes, obviamente no se le da, por más que insista en usarlo.
Sin más ni más, sin motivo alguno, salvo los que él mismo ha creado, habló de la necesidad de “poner en pausa” las relaciones con el país ibero. Hasta hoy nadie ha explicado en qué consiste eso o simplemente qué quiso decir.
En México existen seis mil empresas iberas de diferente quehacer, que cooperan con nuestra economía y que dan trabajo a infinidad de mexicanos. Es el segundo país que más invierte en el nuestro y que contribuye en gran medida con la estabilidad. Existe entre ambos, un programa de cooperación que permite la incursión de connacionales en España, que no limita la inversión en la península, ni la instalación de empresas aztecas.
Por un ataque de rabia, acabará por crear todo un desacuerdo y por echar a perder la excelente relación que se ha observado durante décadas y décadas entre ambas naciones.
Quiere “una pausa en las relaciones”, que no existe en el diccionario diplomático” y que será necesario que los que saben, los que efectivamente pertenecen a ese gremio, aclaren. Tal vez su aversión a España creció a raíz de que instó a su gobierno a pedir perdón a México por la conquista, ocurrida hace 500 años, otra idea por demás descabellada y que quedó en el aire, seguramente por considerarse que se trata de una petición aberrante.
Pero quiere que las relaciones pausen sin retirar a su enviado como embajador, Quirino Ordaz y sin aceptar otro tipo de cambios que este planteamiento generaría. Quiere las cosas a su modo. A su manera de entender las cosas, que por cierto, evidencian un desconocimiento absoluto en la materia.
No explicó claramente. Sólo citó que está molesto por lo que ha ocurrido con algunas empresas que aprovecharon gobiernos del pasado para hacer negocios en México. ¿Es necesario romper relaciones durante un tiempo, derivado de esa causa? Hay mucho en el tintero, pero el espacio se acaba.