Médicos y medicuchos
Alberto Vieyra G. miércoles 1, Jun 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
¿México está lejos de poseer un sistema de salud profesional basado en la ética y el humanismo a la altura de los mejores del mundo? ¿Le estaremos pidiendo peras al olmo? ¿El Estado mexicano cumple la Constitución de la República que en su artículo 4° consagra que todos los mexicanos tenemos derecho a la salud o ese precepto es letra muerta? ¿Es posible que México esté a la altura de Dinamarca y otros países nórdicos en calidad en su sistema hospitalario y de salud pública?
Caray, qué preguntas me hacen mis tres lectores y radioescuchas. Y aquí les doy continuidad con algunas respuestas: Casi terminaba la segunda ola de la pandemia del coronavirus y una latosa hernia me llevó a la clínica del IMSS que me asignaron en Toluca. Me recibió una mal encarada mujer quien sin ambages me preguntó el motivo de mi consulta. No había terminado todavía de explicarle mi problema, cuando de manera altanera me soltó una letanía diciéndome “¿qué no sabe usted que, por la pandemia casi todas las especialidades dejaron de funcionar en el IMSS para abocarse exclusivamente a la atención de quienes contrajeron la Covid-19? No sabemos hasta cuándo reanuden sus labores las áreas especializadas así que para cuando ello ocurra, usted tiene que venir nuevamente para darle un pase con el médico especialista y éste a su vez deberá ordenarle los estudios de rigor y esperar a que le programen una cirugía, si es que lo amerita, pero le dijo que eso llevará algún tiempo”.
Ni siquiera se tomó la molestia de revisar o palpar dicha hernia. Prácticamente no me dejo hablar, hasta que la pare en seco diciéndole: “Qué lamentable que ustedes los médicos -no generalizo- reciban a la gente con esa actitud arrogante, cuando que muchos pacientes lo que requieren es de comprensión, de empatía y consuelo”. La facultativa le bajó un poco de tono, pero en menos de 3 minutos entendí que había que hacer mutis y retirarme con un amargo sabor de boca de ese consultorio. Había topado con una medicucha o matasana que ejerce su profesión de manera indocta. El sistema de salud en México está atestado de medicuchos que se sienten la divina envuelta en huevo. Miles de compatriotas topan diariamente con ellos en muchos hospitales públicos del país.
Debo reconocer que hay quizá cientos o miles de médicos que, a pesar de no haber recibido la instrucción necesaria en su carrera, usan la inteligencia emocional y facultativa para tratar con delicadeza a los enfermos, principalmente pacientes que provienen de zonas rurales y con un alto grado de humildad. Ante esos médicos me pongo de pie y me quito el sombrero.
Sería formidable que la nación azteca, en todo el sistema hospitalario contará con médicos que dignifiquen a Hipócrates, el famoso médico de la antigua Grecia que solía recomendar a sus pacientes “que tu comida sea tu medicina”, pero que sobre todo sabía escuchar a sus pacientes, que en muchos casos acudían a él con enfermedades del alma que se reflejaban en migraña, insomnio, miedos y diversos trastornos emocionales. Y con sólo escucharlos sus pacientes se despedían de él prácticamente curados.
México sería diferente, el día en que el gobierno, el gremio médico y la ciudadanía en general entiendan que:
“Para destruir una nación no se requiere de bombas atómicas o misiles de largo alcance. Sólo se necesita bajar el nivel de educación y permitir que se copie en los exámenes”.
Porqué pacientes mueren en manos de tales doctores; edificios colapsan en manos de tales ingenieros; dinero es perdido en manos de tales economistas y contables; la justicia muere en manos de tales jueces. Por ello “el colapso de la educación es el colapso de la nación”.