Reloj egipcio
Alberto Vieyra G. lunes 6, Jun 2022De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Hace 3 mil 500 años los egipcios inventaron el primer reloj dividiendo el día en 24 horas y hasta se adelantaron a la ciencia astronómica, pues encontraron que cuando un objeto no hace sombra para ningún lado, es el medio día. Este sería el primer horario de Dios, aunque desde la antigüedad no debe pasar desapercibido el canto del gallo, cuyo reloj biológico comienza a funcionar dos horas exactamente antes de la salida del sol. Al reino animal no lo engañan con horarios de verano ni de la globalización, neoliberales o como le llamen.
“Te aseguro que hoy mismo, esta misma noche, antes de que un gallo cante dos veces, tú negarás tres veces que me conoces”, fue la histórica profecía de Jesucristo en vísperas de su ejecución y en efecto, el apóstol Pedro lo negaría 3 veces antes del canto del gallo por la madrugada. En tiempos de Jesucristo y desde antes, el horario había sido medido por el gallo y la salida del sol. En ese entonces, nadie soñaba con el mafufo horario de verano o de Greenwich ni de nada.
Pero sería en una mañana del verano de 1784 en París, cuando Benjamín Franklin estaba destinado como embajador de EU. Allí cayó en la cuenta de que el sol salía bastante más temprano que en invierno; y pensó que los parisinos debían madrugar más durante el estío y acostarse antes, para gastar menos aceite de las lámparas. Incluso llegó a calcular que la ciudad de París ahorraría así cada año el equivalente a unos 170 millones de euros de ahora.
Y como los malos ejemplos cunden, pues durante la Primera y Segunda Guerra Mundial los sesudos estrategas descubrieron que, si adelantaban una hora el reloj se ahorrarían millones de litros de combustible, aunque se tuviera que robar horas de sueño a los mortales, que desde entonces verían trastocado su reloj biológico con graves problemas de salud.
En 1996, a los mexicanos no recetarían ese malvado horario con el señuelo de que pagaríamos menos electricidad y desde entonces ya pasaron 5 mil 460 horas de sueño que el capitalismo neoliberal nos ha robado.
El horario de verano se convirtió para los mexicanos en un problema de salud pública. Se incrementarían los accidentes viales y carreteros, los chiquillos se duermen en los pupitres y su aprendizaje es cada vez más deplorable; se incrementarían los accidentes laborales, pues anualmente ocurren más 410 mil accidentes laborales, según el IMSS. Pero eso qué importa pues, el horario de verano no los recetaron estrictamente con fines económicos, pues las bolsas de valores de México y New York debían abrir a la misma hora, pues los inversores de allá también eran inversores acá y quienes perdían acá podrían perderlo todo allá con una disparidad de horario.
Ahora, Andrés Manuel López Obrador después de quebrarse mucho la cabeza concluyó que con el horario de verano se ahorra poca energía y provoca serios trastornos en la salud, por lo que ya habla de eliminarlo. Así que no estará lejos el día en que en México se entierre y para siempre el horario de verano y nos volvamos a regir por el horario de Dios y por el canto del gallo.