El incansable rijoso
Armando Ríos Ruiz lunes 27, Mar 2023Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Es inagotable la capacidad del Presidente para abordar todas las actitudes negativas. Pelear es un delirio que no puede eludir. Hablar mal del prójimo le es tan indispensable como comer. Inventar situaciones que denigran a los demás le resulta obsesivo. Abandonar a su suerte a ciertos sectores de la población, parece divertirlo. Inventar culpas a otros es como un pasatiempo y mentir es una acción que emprende sin ninguna congoja. Como que ignora cabalmente que lo hace.
Científicos modernos aseguran que todo lo anterior es altamente nocivo para la salud física y mental. Los que hablan con sobrado conocimiento de causa de la relación hombre-universo. Los que recientemente han realizado una multitud de experimentos que han arrojado verdades comprobadas de la reacción del cosmos por cada acto del ser humano, desvelan que las actitudes negativas del hombre tienen respuestas dañinas. Hermes lo dijo de otro modo, al hablar de la relación causa y efecto, más conocida por el mundo entero.
El señor de Palacio inició este gobierno abriendo pleitos contra todo lo que se movía.Incluidos muchos que le dieron su voto para adueñarse de México. Desdeñó a todo el mundo. Salvo a los pobres. Porque está convencido de que son los únicos que votaron a su favor. Esta actitud le ha valido que muchos hayan huido ya de sus filas y de que lo hayan puesto en una balanza, para comprobar que su peso no es tal. Que el valor que le atribuyeron no existe.
En el país que gobierna abrió muchos frentes y le importa un bledo que así queden: abiertos. Pero últimamente ha dado en abrir otros con Estados Unidos, -como lo dijo la ex embajadora Martha Bárcena-, país al que ha indilgado culpas de toda índole. Pero al culpar no ha sido capaz de hacer una mirada introspectiva, porque él mismo falla a rabiar en lo que señala. Lo ha llamado mentiroso y destructor de ecosistemas, sin reparar un ápice en que su Tren Maya es el principal destructor de una de las selvas más preciadas del mundo.
Hoy pelea contra Antony Blinken, secretario de Estado de la Unión Americana, mientras elogia al presidente Biden, como quien busca protección y reconocimiento del personaje principal. No es capaz de pensar que las reacciones del primero obedecen al mandato del segundo. Como ocurre en su propio país.
Estados Unidos no es pera en dulce. Ha mostrado su inmenso poder en muchas ocasiones e inclusive, políticos de ese lugar han dicho que no tienen amigos, sino intereses. Ha sido tildado de abusador y devastador de naciones cuyos gobiernos juzgó indignos, como en Libia e Irak, por mencionar sólo un par.
México es un país mucho menor. Por esa razón tiene que observar un comportamiento diplomático diferente al que hoy vemos. Con valor, con inteligencia, con la ley en la mano. Pero también con respeto. Sólo que no es gobernado por alguien que entienda de diplomacia. Basta con escucharlo proferir sus palabras extraídas de su natal Tepetitan, que suele combinar con otras del dominio público perteneciente a nuestro caló. ¡Ya chole! Por ejemplo.
Somos sus vecinos inmediatos y eso nos torna más obligados.
El partido Republicano está empecinado en convencer a su Presidente de declarar a los criminales que hoy mandan en México, terroristas, para después perseguirlos. Aquí se dice que eso no será permitido. Sin embargo, no hay quien no sepa que sus policías están aquí desde hace mucho. ¿Se acuerdan de “Kiki” Camarena? ¿Entonces, para qué hacerle al cuento?
La inmensa mayoría de mexicanos, incluidos los enamorados del actual gobierno, quisieran que alguien prestara una ayuda efectiva contra esas hordas, que cobran derecho de piso hasta a los que venden raspados. Pero ahí está precisamente el pero. No existe la mínima voluntad presidencial para que eso ocurra y esta es una razón bastante poderosa para que del otro lado de la frontera, califiquen a nuestro gobierno de protector de esas organizaciones.
La inexistente estrategia para combatirlas no la creen ni las personas que lamentablemente nacieron sin cerebro. Por lo tanto, no hay forma de engañar.