Dénme el nombre de uno bueno
Armando Ríos Ruiz miércoles 5, Jul 2023Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Hoy, los chairos amanecieron de fiesta por la renuncia de los priistas Miguel Ángel Osorio Chong, Eruviel Ávila, Claudia Ruiz Massieu y Nuvia Mayorga, el partido que los cobijó muchos años, durante los cuales, tuvieron oportunidad de llenar sus bolsillos y sus cuentas bancarias, lo mismo que sus familiares, por más que algunos comunicadores se han empeñado en hacerlos ver en algo así como los paladines de la política y hasta como de la salvación de México.
Sin duda, en su renuncia al tricolor aludieron una gran verdad: se van porque el dirigente del organismo político, Alejandro Moreno, se ha encargado de hundir el organismo que dirige, cuya presidencia nacional se niega a dejar. Inclusive ha incurrido en actos de traición al servir a Morena cuando inclinó el voto priista en la Cámara de Senadores, para que los militares permanezcan en las calles hasta 2028. Lleva consigo una estela de fracasos que de todas maneras acabarán por hundirlo y para esto, ya falta muy poco.
Pero al acusar, esos “bienhechores” de México también lo hacen porque el moribundo partido ya nada tiene qué ofrecerles. Osorio Chong quedó en el intento de arrebatar a “Alito” la dirigencia del PRI, después de que su actuación en los diferentes cargos que ocupó fue gris. Sin nada qué festejar. Sus familiares en Hidalgo aprovecharon el poder que ostentó, para enriquecerse también.
Podrían decir que era el estilo. Pero era y aún es un estilo que debería llenar de vergüenza a cualquiera. Sólo que el grueso caparazón que reviste sus cuerpos no les permite sentir la mínima pena por los actos de corrupción cometidos a lo largo de sus vidas políticas. Respecto a Claudia, muchos apuestan a que pudo ocupar cargos de relevancia gracias a la recomendación de su tío, Carlos Salinas de Gortari, quien gozó de un poder inmenso el sexenio pasado.
Las renuncias también aparecen como la pérdida de oportunidades mientras se empeñen en permanecer en el barco en zozobra y como algunos las ven, quizá con la oferta del continuismo, cobijados próximamente por el Partido Verde, rémora de Morena, hasta que aparezca otro postor más atractivo.
“Alito” Moreno ha disparado como los boxeadores en la lona, denuestos en contra de los que acaban de renunciar, como aquello de que “se sienten intocables y se resguardan tras un escritorio o un teléfono celular sin despeinarse”. “Se acabaron los militantes de primera y de segunda y los espacios para los que chantajean y nunca trabajan por la militancia”.
No se da cuenta de que no sólo se acabaron esas prebendas. Se acabaron las oportunidades en un partido que nació enfermo de avaricia.
Está agonizante gracias a las inyecciones letales que le aplicaron durante toda su existencia, los corruptos que se multiplicaron de manera desmedida dentro de su seno, como él mismo. Abusador desde sus primeros destellos políticos hasta los últimos en el gobierno de Campeche, en donde hizo una colección de mansiones caras a lo largo de su mandato. Ahora está convertido en el sepulturero irremediable y en buscador de protección del que gobierna.
En las redes sociales, los chairos, los que escuchan al Presidente decir un disparate y lo aplauden, han echado las campanas al vuelo y lo han vitoreado como un triunfo suyo, con las mismas palabras que profiere en sus mañaneras, en las que ha dicho durante los últimos días, que la candidatura de Xóchitl Gálvez obedece al dedazo del empresario Claudio X. González. Por más que lo niegue, su dedo también apunta a Claudia Sheinbaum, la gran desangelada.
Por cierto, La decisión de Xóchitl (quien no necesita que nadie la pondere como científica, porque sencillamente lo es con toda autenticidad), ha despertado un entusiasmo impensado entre los mexicanos, que ven en ella a una gran aspirante a la Presidencia de la República, gracias a su trayectoria limpia y eficiente, dotada de una inteligencia evidente y de muchas otras virtudes.
Sólo falta que la coalición Va por México admita este propósito, sin pretender favorecer a sus propios candidatos, de quienes no se hace uno.