Clavos para el ataúd
Alberto Vieyra G. viernes 13, Oct 2023De pe a pa
Alberto Vieyra G.
El año pasado la humanidad alcanzó un total de 8 mil millones de personas a nivel mundial y de ellos poco más de mil millones le ponen diariamente clavos al ataúd.
¿Ya adivino de qué tema macabro le estoy hablando?
Sí, más de mil millones de piochas fuman diariamente en el mundo y por esa demencial práctica de ponerle clavos al ataúd, mueren 8 millones de personas cada año en el planeta tierra. Tan sólo en Europa, mueren por el tabaquismo más de 1 millón de personas cada año. En México, mueren aproximadamente 50 mil compatriotas por ponerle clavos al ataúd.
De los extraterrestres de Jaime Mausan no se tiene ningún dato sobre tabaquismo, salvo los señores diputados que tuvieron la demencial ocurrencia de convertir a la Cámara de Diputados en un frívolo espectáculo de seres no identificados, pues entre los curuleros hay chacuacos y chacuacas, que tiene prohibido fumar en el salón de plenos del recinto parlamentario.
No cabe duda, que el ser humano le tiene pavor a la muerte, pero la busca a cada paso que da. Las cajetillas de cigarros traen impresas calacas y una leyenda que advierte este producto es nocivo para la salud. Sí, el consumo de tabaco es mortal, no sólo para los empedernidos chacuacos que echan más humo que las locomotoras de la Revolución Mexicana, sino para aquellas personas que no fuman y que tienen la desfortuna de toparse con personas inconscientes que contaminan los espacios con los clavos del ataúd. Ahora están de moda los cigarros electrónicos que son tan mortales como los de adeveras. La Organización Mundial de la Salud y diversos estudios científicos, tanto en México como en el extranjero han llegado a la conclusión de que los empedernidos fumadores reducen hasta en 10 años su vida. Y es que tome usted nota de los estragos que causa en el organismo el macabro tabaquismo:
Cáncer de pulmón ¿se imagina usted unos pulmones como cavernas de murciélagos?; Bronquitis crónica; Enfisema pulmonar; Hipertensión arterial; Enfermedad coronaria (angina o infarto de miocardio); Accidentes cerebrovasculares (trombosis, hemorragias o embolias); Úlcera gastrointestinal; Gastritis crónica; Cáncer de laringe; Cáncer bucofaríngeo; Cáncer renal o de vías urinarias; Impotencia sexual en el varón; mal aliento; dientes amarrillos; piel deshidratada; una imperiosa ansiedad; alteración del sistema nervioso central; descalcificación de huesos que dan como resultado una acelerada carrera al panteón, pero antes de ello, la quiebra económica.
Pero, ¿cómo dejar de ponerle clavos al ataúd? Mire usted.
Hasta ahora, la ciencia médica ha fracasado con prácticamente todos los fármacos para el tabaquismo, excepto un método que utilizan a través de un parche que se pone en algún brazo, lo que inhibe la ansiedad por la nicotina.
Mi querido maestro Humberto Avilés, el genio de la medicina herbolaría azteca, al que recurrían incluso los papas del vaticano por sus asombrosas fórmulas herbolarias me enseñó que la forma más infalible para dejar de fumar es la siguiente:
Primero, el fumador debe tener una fuerza de voluntad extraordinaria para decir “ni un clavo más al ataúd” y segundo, que no falla es procurarse un té de hoja de plátano en ayunas durante 4 o 5 días, al término de los cuales el organismo queda totalmente desintoxicado de nicotina. A partir de entonces, los fumadores empiezan a sentir un asco terrible contra los clavos de ataúd y cuando esto ocurre se sigue requiriendo una fuerza monumental de voluntad para decir, como reza el programa de los alcohólicos y neuróticos anónimos “sólo por hoy, no le pondré clavos al ataúd”.
Después de esta narración. ¿Le quedan ganas de seguirse autodestruyendo con cajetillas de cigarros que se convierten en clavos para el ataúd?











