Poder absoluto
Freddy Sánchez jueves 25, Ene 2024Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Que sea Morena el que asuma el mando pleno en las decisiones para determinar qué hacer o no hacer en México, es lo que los electores habrán de decidir cuando llegue el momento de acudir a las urnas.
O sea, aprobar o rechazar el llamado “plan C” de Andrés Manuel.
Que unos ven con “ojos de ilusión y de contento” y otros como el augurio fatal de que nada que no le guste al gobierno morenista podrá “asomar la cabeza” a riesgo de ser objeto de “aniquilación” como cualquier intención ajena a lo que una “imparable” 4T se proponga ejecutar conforme a sus propios intereses.
En la primera idea se acaricia la convicción de que estando la capacidad exclusiva de decidir en poder del partido gobernante, (pensando por supuesto que Morena volverá a ganar la Presidencia), lo que sus opositores impidieron que se hiciera en la administración por concluir se podrá hacer sin ningún obstáculo.
Con las dos cámaras legislativas federales (diputados y senadores), con mayoría absoluta del partido creado por Andrés Manuel se logrará cuanto se ha planteado desde el gobierno en el actual régimen.
La elección popular de los ministros de la Corte, probablemente también los magistrados y consejeros electorales, así como diversas acciones oficiales que por no haberlas apoyado sus adversarios políticos no se lograron realizar o quedaron a medias.
Entre otras cosas, la desaparición de organismos que a juicio del gobierno sean innecesarios porque sus actividades se pueden realizar mediante intervención directa de la federación.
Como en aquellos tiempos en los que las elecciones las organizaba, supervisaba y calificada el aparato institucional, y obviamente, el partido en el poder jamás perdió posiciones electorales, salvo las que a manera de “regalo” se entregaron en mínima cantidad a los opositores para aparentar una democracia ficticia, que es justamente lo que advierten los críticos del “plan C” que estaría sucediendo en México.
De ahí que si hay quienes apoyan al presidente López Obrador para que el partido que creó asuma sin ninguna limitante la toma de decisiones con respecto al futuro nacional, otras voces se pronuncian en total desacuerdo.
En opinión de estos últimos inconformes con los planes políticos del Morena y sus aliados, borrar completamente a la oposición en nuestro país sería el equivalente metafórico de poner como salvaguardas de una fábrica de queso a un grupo de roedores con insaciables ganas de comer.
En contraparte, se escucha el argumento de que un gobierno sometido a la voluntad de sus opositores difícilmente puede emprender las medidas que juzgue necesarias para un cambio que en el corto y mediano plazo logre recibir la aceptación de sus gobernados. Lo que hace recordar aquello que Fox llegó a decir alguna vez: “el Presidente propone y el Legislativo dispone”.
Algo diferente de lo que se ha podido apreciar en el presente régimen con una voluntad presidencial prácticamente libre para modificar lo que sea, a no ser que debiera proceder una reforma constitucional que sus opositores se han negado a aceptar en diversos proyectos gubernamentales.
Así las cosas, los electores tendrán la última palabra para dar o no al gobierno en turno todo lo que solicita para continuar transformado la vida de México, lo que algunos se empeñan en ver como algo muy positivo y otros catalogan de una sucesión de hechos funestos que anuncian otros peores.
La disyuntiva es entonces: Reforzar la división de poderes o entregar a un solo partido el poder absoluto.











