Al festejar la Constitución, Sheinbaum da portazo a los ministros de la Corte
Miguel Ángel Rivera, Opinión miércoles 5, Feb 2025CLASE POLITICA Miguel Ángel Rivera
– ¿Cuál Constitución es la que festejamos hoy los mexicanos?
De acuerdo con la historia oficial, existe una transición casi lineal entre las cartas magnas de 1857 y la actual, promulgada en 1917.
Sin embargo, es difícil aceptar que se trata de la misma carta fundamental, pues la de 1857 dejó de ser respetada durante casi medio siglo, particularmente durante los 30 años del llamado Porfiriato, el periodo durante el cual el gobierno mexicano dependía de la voluntad de un solo hombre: Porfirio Díaz Mori.
Precisamente, una de las exigencias presenciales fundamentales de los revolucionarios que se levantaron contra Díaz Mori, además de sufragio efectivo, no reelección, consistió en demandar respeto a la Constitución de 1857, sustituida por decretos o simples órdenes verbales del dictador.
Sin embargo, al llegar al poder, los revolucionarios estimaron conveniente sustituir esa Constitución por una nueva. El primer jefe Venustiano Carranza bautizó al ejército bajo su mando como “Constitucionalista” y sus opositores convocaron a una asamblea que finalmente resultó fallida. En cambio, el Congreso Constituyente reunido en Querétaro, bajo el cobijo de Carranza, culminó una nueva Carta Magna, que pronto tuvo el reconocimiento nacional e internacional, por ser la primera en adoptar principios sociales, como los contenidos en los artículos tercero, 27 y 123.
Desde el primer momento se procuró establecer una línea directa con la derogada de 1857, pues el nuevo mandato se publicó con el título: Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que Reforma la de 5 de febrero de 1857.
Además de las novedades, la nueva Constitución tomó algunos principios básicos de Derecho que aparecieron desde 1857, uno de los cuales contiene el artículo 49 constitucional: El Supremo Poder de la Federación se divide, para su ejercicio, en
Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Por si no fuera suficiente, enseguida establece con toda claridad: No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso de
facultades extraordinarias al Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el artículo 29.
Entre las novedades de la nueva Constitución se incluyeron modificaciones que conceden mayores facultades al titular del Ejecutivo, el presidente de la República, que no aparecían en la Carta Magna de 1857.
Los sucesivos primeros mandatarios, en particular a partir del sexenio de Lázaro Cárdenas, utilizaron esas facultades y otras que los juristas denominan metaconstitucionales, por las cuales, entre otros avances, el titular del Ejecutivo Federal extendió su poder sobre el Legislativo, pues desde Palacio Nacional se decidía(decide) el presente y el futuro de los políticos que pasan por las cámaras de Senadores y Diputados, quienes responden con sumisión para poder avanzar.
Al respecto es de tomar en cuenta lo que escribió el profesor emérito de la UNAM Fernando Serrano Migallón acerca de los poderes metaconstitucionales en un estudio publicado por la Facultad de Derecho:
“Una vez terminado el periodo armado de la Revolución Mexicana, la sociedad y la política en este país emprendieron
un proceso de estabilización y crecimiento que se extendió
durante más de setenta años. Diversas circunstancias incidieron para
que, a lo largo de los años, el presidente de la República ocupara espacios de poder cada vez más grandes y efectivos. Relacionado con esta concentración de poder, las diversas fuerzas públicas, los poderes y las agrupaciones de base y de Estado, coincidieron en afianzar el poder presidencial en torno al cual orbitaban. Todo esto incluyó la formación de facultades que, si bien no se encontraban en la Constitución, eran respaldadas o avaladas por todos los actores políticos y ejercidas por el titular del Ejecutivo, al grado de que existía una idea generalizada y compartida tanto del derecho del Ejecutivo para ejercerlas, como del deber de respeto que los actores políticos debían a dichas atribuciones; en resumen, el sentimiento generalizado de legitimidad de las mismas. Esto es, se formó un grupo de facultades metaconstitucionales con efectividad real.
“Sin embargo, al comenzar el proceso de alternancia en el poder en las elecciones legislativas de 1997 y principalmente en las federales de julio de 2000, las facultades metaconstitucionales entraron en un proceso de revisión cuando no en una aniquilación automática. Años de prácticas políticas, antiguos equilibrios de poderes y un lenguaje político hondamente arraigado, han implicado desajustes en el sistema político y generado propuestas que no parecen haber concretado del todo.
“Resulta interesante conocer el proceso derogatorio de las facultades metaconstitucionales, las prácticas e instituciones que
las sustituyeron y los vacíos en ejercicio del poder en aquellos extremos en donde no se han establecido nuevas instituciones”.
Como se aprecia, con toda su sabiduría, el profesor Serrano Migallón no tiene la facultad de la clarividencia, pues en esa obra publicada en 2006 no alcanzó a vislumbrar los cambios impuestos por los gobiernos de la llamada Cuarta Transformación.
Impulsar cambios constitucionales no es una novedad. De hecho, las primeras modificaciones se introdujeron apenas cuatro años después de promulgada.
“La Constitución de 1917 sufrió su primera modificación en 1921 y la más reciente en 2016, durante este periodo ha tenido alrededor de 700 reformas, para algunos esto habla de su flexibilidad y para otros es un problema de incoherencia, expresó el investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S), Ernesto Treviño Ronzón, en la primera jornada del Foro Académico “Cien años de la Constitución de 1917: diálogos interdisciplinarios”, realizado por la Universidad Veracruzana, en febrero de 2017.
“Desde su primera modificación –por Álvaro Obregón– para establecer escuelas rurales y la jurisdicción de la Federación sobre ellas, hasta la última reforma que tuvimos en 2016 sobre asilo y refugio, la Constitución ha sido modificada cerca de 700 ocasiones; de tal forma que el texto que hoy es vigente conserva muchos parecidos, pero también es muy diferente del que tuvimos en aquel entonces”, dijo el académico.
Como se aprecia han sido numerosos los cambios a la ley máxima de México y las han impulsado todos los presidentes de la República.
Aunque ha habido modificaciones realmente trascendentes, ninguno de los mandatarios anteriores a la llegada de la 4T, se atrevió a tocar la división de poderes, uno de los pilares fundamentales sobre los cuales se fundó nuestra República, hasta que llegó Andrés Manuel López Obrador.
El político tabasqueño que, como dirigente de oposición, criticó siempre el presidencialismo, en cuanto llegó a Palacio Naconal se dedicó a lo contrario, a fortalecer el predominio del Ejecutivo.
El arrollador triunfo de Morena y sus satélites en las elecciones de 2018 le otorgó casi en automático al político de Macuspana control sobre los disputados y senadores, el Poder Legislativo.
López Obrador cerró su administración con 27 reformas constitucionales aprobadas. Entre ellas se encuentran la creación de la Guardia Nacional y el establecimiento de la revocación de mandato, por mencionar algunas.
Sin embargo, ninguna tan trascendente como la reforma al Poder Judicial, que empezó como una venganza personal porque la mayoría de los ministros de la Suprema Corte invalidaron varios otros cambio que intentó, como fue su intento de “recuperar” el control del gobierno sobre la producción y comercialización de hidrocarburos, así como la generación y distribución de energía, además de la militarización de la Guardia Nacional.
Se dice que también fue ofendido personalmente porque la presidenta del máximo tribunal permaneció sentada cuando llegó precisamente a una ceremonia de homenaje a la Constitución
El hecho es que López Obrador desapareció al Poder Judicial para dejarlo bajo la potestad del Ejecutivo. No tuvo tiempo para disfrutarlo, el cambio lo dejó para su heredera, Claudia Sheinbaum Pardo, quien llevó el desquite al grado de negarles la invitación a los ministros de la Suprema Corte para ¡celebrar! el aniversario de la Constitución.











