«Ay, mis hijos»: Los secretos de La Llorona de Cuemanco
Espectáculos jueves 30, Oct 2025- Nayelli Cortés en entrevista para DIARIO IMAGEN
- Un legado de 32 años y la magia detrás del show que cada año congrega a miles en Xochimilco

Nayelli Cortés caracterizada como La Llorona durante una función en la Laguna de Tlilac.
Por Arturo Arellano
Con más de una década dando vida al personaje más icónico de Xochimilco, la actriz y cantante Nayelli Cortés comparte en exclusiva las experiencias sobrenaturales, el legado de 32 años y la magia detrás del espectáculo que cada año congrega a miles de espectadores en los canales de Xochimilco en la Ciudad de México. Junto al actor Tonatiuh, quien interpreta al conquistador Pedro González de Trujillo, revelan cómo esta puesta en escena se ha convertido en un acto de resistencia cultural que trasciende el miedo para convertirse en memoria viva.
Desde las aguas oscuras de Xochimilco, entre antorchas y cantos en náhuatl, La Llorona regresa cada año no para asustar, sino para recordarnos quiénes somos y de dónde venimos. Esta es la historia de quienes le dan vida «Entré primero en la parte musical», cuenta la actriz y cantante, cuya voz resuena cada noche en la Laguna de Tlilac. «Fui sumando responsabilidades hasta hacer el personaje principal».
Lo que comenzó como una participación en el coro se transformó en una década de convertirse, función tras función, en el alma de uno de los espectáculos más emblemáticos de la Ciudad de México. Nayelli no solo interpreta a La Llorona; también da vida a Nahui, personaje que forma parte del entramado narrativo de esta versión prehispánica de la leyenda.
A su lado, el actor Tonatiuh lleva entre seis y siete años interpretando a Pedro González de Trujillo, un conquistador español cuyo nombre resuena con ecos históricos, dijo «Me ha tocado participar como diferentes personajes, tratamos de que cada año sea diferente». Ha sido sargento, capitán, hasta un «borrachito» que toma conciencia, siempre del lado español en esta narrativa que recrea el choque de dos mundos.
Treinta y dos años
de resistencia cultural
El espectáculo nació hace 32 años, en 1993, de las manos de la propia comunidad del embarcadero de Cuemanco. Agricultores, chinamperos, remeros de trajineras y habitantes de Xochimilco se reunieron con una meta clara: crear algo que mostrara la maravilla nocturna de sus canales y preservara su patrimonio cultural. «Originalmente había música en la mañana. Querían hacer algo que fuera de noche porque Xochimilco de noche es una maravilla y es un lugar y un escenario que no mucha gente conocía”.
Lo que distingue a esta versión de otras representaciones de La Llorona es su profundo arraigo prehispánico. «Nosotros tomamos una versión prehispánica que se desarrolla precisamente en el corazón de Xochimilco, en los canales», explica Nayelli.
La llorona de Cuemanco no es la mujer que ahogó a sus hijos por despecho; es Cihuacóatl, la diosa tutelar de la cultura xochimilca. Según la cosmovisión mexica, esta deidad protectora comenzó a manifestarse cuando supo que sus hijos estaban en riesgo ante la llegada de los españoles «Se empiezan a escuchar los presagios funestos que son estos llantos de ‘ay mis hijos, a dónde los llevaré’, sabiendo que pues no hay un lugar donde realmente puedan estar seguros», cuenta la actriz.
La representación incorpora danzantes de tradición que se dedican a estas prácticas durante todo el año, otorgando autenticidad a cada movimiento. «Las danzas no son coreografías, son reales y tienen significado», enfatiza Nayelli. Cada elemento —desde los cantos en náhuatl hasta los petroglifos inspirados en los del cerro de Cuailama— está diseñado para transportar al espectador a ese momento histórico.
Una experiencia inmersiva sobre el agua
La experiencia comienza mucho antes de que aparezca La Llorona. Todo inicia en el embarcadero de Cuemanco, ubicado en Periférico Sur, a un costado de la pista de remo y canotaje Virgilio Uribe. «Esto es súper importante decirlo. En Xochimilco hay varios embarcaderos. Nosotros estamos específicamente en el embarcadero de Cuemanco», aclara Nayelli.
Desde ahí, las trajineras navegan durante 45 minutos por un canal iluminado con antorchas, un camino de fuego sobre agua que va introduciendo gradualmente a los espectadores en el antiguo mundo xochimilca. «Es como un viaje al pasado», describe Tonatiuh. «Empiezas a estar en los canales y ver que alrededor no hay nada más que los ahuejotes, la oscuridad, las estrellas».
El destino es la isla de Tlilac, donde se levanta un teocalli —una pirámide— construido expresamente para el espectáculo. Las figuras talladas en petroglifos que adornan la estructura no son invención: están inspiradas en petroglifos reales que existen en la zona ceremonial de Xochimilco, específicamente en el cerro de Cuailama, que también se menciona durante la puesta en escena.
Lo extraordinario de esta experiencia es que el público no observa desde butacas tradicionales. «La gente va a ver desde la trajinera todo el espectáculo, pero están dentro del escenario, ya que ellos están sobre el agua», explica Nayelli. El cielo nocturno es el techo del teatro; las chinampas y los canales, los muros.
La musicalización en vivo es otro elemento fundamental. Cada personaje tiene su propia música: cantos en náhuatl para los personajes prehispánicos, música de influencia española para los conquistadores. Durante 60 minutos, el espectáculo despliega una narrativa que combina teatro, danza y música para contar no solo la leyenda, sino también la caída de Xochimilco.
Cuando la Chokani se manifiesta
Trabajar con leyendas ancestrales en un espacio cargado de historia tiene sus peculiaridades. Antes de cada temporada, el elenco realiza una ceremonia para pedir permiso al espacio, a los cuatro rumbos y, especialmente, a la Chokani. «Pedirle permiso a nuestra Chokani de poder mostrar a través de nuestro trabajo su historia», explica Nayelli.
Y la Chokani, al parecer, responde. «Se ha manifestado de muchas maneras», reconoce la actriz. En una ocasión memorable, varios espectadores comentaron que habían visto a una niña bajando detrás de Nayelli durante su interpretación. «Se había visto muy impresionante cómo bajaba yo y atrás de mí bajaba una niña», recuerda. El problema es que nunca han trabajado con niñas en el elenco.
«Eso es lo raro, que nosotros dentro del escenario no la vimos, pero la gente sí», dice con asombro contenido. No es el único incidente: ha aparecido en fotografías del elenco, esconde objetos y tiene especial predilección por sabotear equipos técnicos. «Nos apaga monitor, nos apaga micrófonos. Ahorita en una entrevista previa de hace unos cinco minutos, a mí de plano no me dejó hablar, no se escuchaba nada», relata.
Para Nayelli, estas manifestaciones no son amenazantes. «Es una forma de decirnos ‘aquí estoy, estoy escuchando, estoy viendo, aquí estoy con ustedes'», interpreta. «Nunca nos ha hecho nada, ni siquiera asustarnos. Es como una niña que está jugando de repente con nosotros para hacernos saber que está ahí».
Tonatiuh, aunque no ha tenido experiencias personales directas, ha sido testigo de otros fenómenos. «Lo que hemos visto en las fotos cuando nos toman fotos de conjunto, de pronto esa persona o esa silueta que se ve al lado de la compañera, esa no estaba, sobra una persona ahí», cuenta. Los veladores y remeros también tienen sus historias: de plano escuchan a la Chokani en las noches.
Día de Muertos: cuando la neblina sube
La temporada 2025 de «La Llorona: El Último Latido del Agua» se extiende hasta el 16 de noviembre, con funciones los viernes, sábados y domingos. Pero hay fechas especiales que concentran una energía distinta, particularmente durante la semana de Día de Muertos.
«Para esas fechas se super agotan los boletos», advierte Nayelli. Hay una razón por la cual estos días son tan especiales. «Hay una atmósfera diferente. Luego nos dicen, ‘es que ponen como humo blanco o algo’, y no, es la neblina de la isla, del canal, la que sube mucho esos días», revela la actriz. La naturaleza misma parece conspirar para hacer la experiencia aún más envolvente.
Los organizadores recomiendan llegar una hora antes del horario de la función para realizar el abordaje. Y hay una invitación especial: acudir disfrazados. «Es bien bonito ver cómo la gente ya lo toman como además del Día de Muertos y de los disfraces, que ya se disfrazan como personajes mexicas», dice Tonatiuh con evidente satisfacción. «Eso está bien padre. Entonces es bien bonito ver toda esa mezcla de culturas y de gente disfrazada en esta en esta temporada».
Más que un espectáculo:
Es un latido de identidad
Tras 32 años de presentaciones, La Llorona de Cuemanco se ha transformado en un acto de resistencia cultural que preserva la memoria e identidad xochimilca. Más que un espectáculo de Día de Muertos, conecta al público con sus raíces, su cosmovisión y el legado ancestral que suele quedar oculto en la vida urbana. En esta versión, el personaje de La Llorona deja de ser una figura de miedo para convertirse en símbolo de emoción y pertenencia.
La edición 2025, titulada «El Último Latido del Agua», adquiere especial relevancia ante la crisis hídrica de la Ciudad de México. El agua, elemento vital de Xochimilco, es tanto escenario como mensaje: un llamado a la conciencia, la memoria y la resistencia frente a la indiferencia. Al finalizar cada función, los espectadores se llevan más que entretenimiento: se llevan el eco de una historia viva que sigue latiendo en los canales.











