Los Vallejo
Ramón Zurita Sahagún jueves 24, Abr 2014De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Hace unas semanas, Rodrigo Vallejo Mora llegó a degustar la cocina del restaurante Kaah Siis, situado en pleno Masaryk y Schiller, colonia Polanco, del Distrito Federal.
Se trata de unos de los restaurantes de moda, por lo que no resultó difícil su elección ni sorpresiva su visita. Lo que si fue sorprendente es el equipo de seguridad que lo resguarda, aún lejos de su terruño.
Rodrigo Vallejo es uno de los hijos de Fausto Vallejo Figueroa, el cuestionado gobernador de Michoacán y sobre el que se tejen muchas historias, algunas de ellas veraces, dicen los que lo conocen.
El despliegue de cinco camionetas blindadas que lo acompañan, hacen ver el tamaño de sus temores y confirman los peligros que existen en el estado que supuestamente gobierna su padre. Los michoacanos aprendieron a vivir en la inseguridad con sus propios miedos, pero los políticos y sus familias llevan el suyo a grado extremo.
Rodrigo Vallejo Mora es uno de esos, sabe que hay muchas versiones que lo catalogan como uno de los grandes beneficiarios de la llegada de su padre al gobierno michoacano y que las ausencias de su padre, por enfermedad, lo empoderaron más. Hay quienes, sin aportar pruebas, lo vinculan como uno de los principales intermediarios de su padre con los grupos del crimen organizado y que pronto se conocerán más detalles. Esos rumores se filtraron también sobre el ex gobernador interino y entonces secretario de Gobierno de Michoacán, Jesús Reyna García, quien fue arraigado y al parecer existen pruebas sobre ello.
Pero dentro de esa aparente confusión que priva en Michoacán, donde las filtraciones, acusaciones y denuncias anónimas se multiplican y los políticos y empresarios involucrados aumentan, los apellidos Vallejo, Figueroa y Mora, son de los más atractivos para los adversarios de ellos que disfrutan la difusión de las versiones acusatorias.
Mientras tanto, el estado de Michoacán sigue inmerso en la polémica desatada por la intervención del gobierno federal, la apatía del estatal y el cinismo de sus autoridades locales.
Desde la nueva aparición de las fuerzas federales, la violencia bajó en algunas zonas, principalmente en la Tierra Caliente, considerada como la de mayor convulsión.
Ejército y Marina cumplen con sus tareas, mientras los grupos de autodefensa dominan todavía algunas áreas del estado y se niegan al desarme.
Dentro de ese espinoso asunto que resulta ser el posible involucramiento de algunas autoridades locales con los grupos delincuenciales, la figura del gobernador Fausto Vallejo Figueroa, para algunos, una simple figura decorativa que deberá ser investigada para saber el papel que jugó y juega en las posibles complicidades entre políticos, empresarios y grupos delincuenciales, es sumamente atractiva. Fausto cuya presencia en Morelia lo hizo ganador de la mayor parte de los comicios en que participaba, fue rechazado por el resto del estado cuando intentó ser Senador de la República.
El rechazo fue tan grande que su partido fue enviado al tercer lugar de los resultados electorales y sin oportunidad de convertirse en legislador de primera minoría.
Por eso resultó sorprendente la forma en que derrotó en las urnas a Luisa María Calderón Hinojosa, hermana del entonces Presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, favorita en las encuestas y quien contó con todo el aparato del Estado a su favor.
Fausto ganó, aunque no con amplia diferencia, ya que la diferencia fue de menos del tres por ciento entre el primero y segundo lugar y desde entonces se cuestionó el voto recibido y la súbita recuperación electoral obtenida por el PRI en zonas donde no ganaba en los comicios desde hacía muchos años. Hoy, la ciudadanía michoacana exige del gobierno federal que su intervención termine con la inseguridad, acabe con los grupos delincuenciales y ponga un freno a los excesos y abusos de todos, sin importar si los que los cometen son políticos, empresarios o ciudadanos comunes, aunque estos son los menos.
MANO ALZADA
Margarita Arellanes Cervantes mantiene la mano alzada como uno de los principales prospectos del Partido Acción Nacional a la candidatura al gobierno de Nuevo León.
Es alcaldesa de Monterrey, cargo que ganó con amplia ventaja al candidato priísta, Felipe Enríquez Hernández, ahora refugiado en Uruguay como Embajador de México. La contienda se esperaba más reñida, ya que Felipe se ostentaba como el primer compadre del país y contaba con amplios recursos económicos para fondear su campaña. En la realidad fue un fiasco como candidato, aunque consideraba conseguir la alcaldía de la capital del estado, para tres años más tarde competir por el gobierno del estado.
No le resultó así y sufrió una derrota tan contundente que nadie se atrevió a protestar, algo común entre los políticos perdedores. Y aunque Enríquez Hernández optó por refugiarse dentro del mundo diplomático, opción que se les otorga a los políticos derrotados en las urnas, la triunfadora Margarita Arellanes si aprovechó la oportunidad. Su crecimiento ha sido significativo entre el electorado, aunque hay resistencias misóginas que ven como un riesgo la candidatura de una mujer y el eventual triunfo en una entidad considerada entre las tres primeras de la industrialización mexicana.
Sin embargo, la equidad de género puede ser una ventaja, cuando menos para que su partido la postule al gobierno estatal el año próximo, en una elección que se considera que el partido blanquiazul tendrá grandes oportunidades de conquistar. Por lo pronto, Arellanes Cervantes mantiene una disputa con el gobierno estatal que encabeza Rodrigo Medina de la Cruz, por lo que desde las instancias estatales se le cuestiona, como un método para frenar su carrera ascendente.