Asoma la división en las filas de Morena
Miguel Ángel Rivera martes 20, Ago 2019Clase Política
Miguel Ángel Rivera
Los senadores del partido mayoritario votaron a favor de que su Cámara la presida una mujer y la seleccionada fue su compañera de Tabasco Mónica Fernández Balboa. Sin embargo, el presidente saliente, el capitalino Martí Batres Guadarrama, se inconformó y acusó al coordinador de su bancada, el zacatecano Ricardo Monreal Ávila, de manipular la votación para excluirlo, pues él deseaba continuar en el cargo.
Son manifestaciones de que el poder desgasta y lo hace de manera muy acelerada. Y es consecuencia, también, de los efectos del futurismo, dicen otros.
Del lado de Batres se colocó la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky. Tal vez porque ella misma desea permanecer en el cargo por un periodo más de cuatro años.
En realidad, vale aclarar, en el caso de Polevnsky no se trata de reelección, pues fue elegida secretaria general para el periodo 2015-2019 y asumió la presidencia del partido en calidad de sustituta, en reemplazo de Andrés Manuel López Obrador, quien dejó el cargo para asumir la candidatura presidencial.
Polevnsky y Batres parecen aliados con vistas a la sucesión presidencial de 2024, pero sobre todo han unido fuerzas para detener a Ricardo Monreal, a quien suponen enemigo común y potencial candidato para el 2024.
Martí Batres culpa a Monreal de torpedear su aspiración de continuar en el lucidor cargo de presidente del Senado y la belicosa Polevnsky lo responsabiliza de estar detrás de las fuerzas que intentan evitar que sea elegida presidenta. Esta suposición se refuerza por el hecho de que su principal impugnador es el suplente de Monreal en el Senado, Alejandro Rojas Díaz Durán.
Por supuesto, Monreal niega esa paternidad.
Además está el hecho bien comprobado de que, desde muy joven, cuando militaba en el PRI, Alejandro Rojas ha dejado constancia de ser un político afecto a la polémica que no rehúye el enfrentamiento personal. De esto puede dar constancia, también, el actual secretario de Relaciones Exteriores – otro potencial candidato presidencial de Morena – Marcelo Ebrard Casaubón, de quien fue coordinador de campaña para conquistar el gobierno del entonces Distrito Federal.
Del otro lado, Martí Batres también tiene fama de hacer frente a sus adversarios, al grado que algunos de sus críticos lo acusan de “porro”. Por ello se ha esforzado por aparecer como inclinado al trabajo intelectual y a tender puentes con la oposición. También puede dar constancia de su temperamento el canciller Ebrard, quien lo nombró secretario de Desarrollo Social del gobierno capitalino y luego lo cesó por haberlo criticado por que saludó de mano al entonces presidente de la República Felipe Calderón.
Otra muestra de su beligerancia es su protesta por lo ocurrido en la reunión de senadores de Morena, en donde la mayoría decidió que la presidencia de la Cámara la ocupe el siguiente año legislativo una mujer. Batres acusó a Monreal de manipular la sesión para quitarle la posición e inclusive le acusó de permitir votar en la reunión de “morenos” a legisladoras ajenas, militantes del PES.
En redes sociales, Batres publicó este mensaje: “Durante meses el senador @RicardoMonrealA me persiguió y me combatió para sacarme de la Mesa Directiva. ¿Qué logró? Exhibirse como un político faccioso incapaz de encabezar un amplio movimiento. El riesgo es que regresemos a las épocas del cacicazgo y el poder de un sólo individuo… “Soy un luchador político y social. No me formé al amparo del poder. Me formé luchando en contra del autoritarismo y de las injusticias del sistema político mexicano y con ideales, con principios que me dieron mis padres”.
Su aliada temporal, Yeidckol Polevnsky, a su vez, calificó de “vergonzoso” el procedimiento por el cual la bancada de su partido en el Senado eligió a Mónica Fernández.
La recién ungida candidata de Morena – que deberá ser ratificada por el pleno de la Cámara – explicó que las senadoras a las que se refirió Batres sí son parte de la bancada de Morena y, además, reveló no haber visto al inconforme en la sesión de su grupo, en donde se decidió postular a una mujer. Las otras nominadas fueron Ana Lilia Rivera, Imelda Castro y Maribel Villegas, que declinaron a favor de Fernández Balboa, quien por lo mismo considera haber sido elegida por unanimidad dentro de su fracción, aunque oficialmente el resultado de esa consulta fue de 33 votos a favor de integrar una nueva Mesa Directiva y 29 por la reelección, además de dos sufragios anulados.
Fernández Balboa negó que haya fractura en su partido, pero, como sea, hay señales de división. Por ahora, son dos bandos en el Senado y pronto podrían ser más, cuando se decida la presidencia del partido.A ese cargo aspiran, además de Polevnsky, Mario Delgado, Bertha Luján Uranga y el mencionado Rojas Díaz Durán.
En este proceso, la presidenta ¿saliente? se echó encima a varias corrientes internas al tratar de imponer una convocatoria a elecciones preparada solamente por ella, a pesar de que se suponía que debería ser aprobada por el Consejo Nacional del partido, que sesionó el pasado fin de semana.
La inconformidad provocó que algunas corrientes internas decidieran prolongar los trabajos del Consejo para decidir respecto a la convocatoria.
La Ley no aplica para Morena
El trance amargo del Senado para Morena podría repetirse de un momento a otro – y resultar más grave – en la Cámara de Diputados, en donde el experimentado político Porfirio Muñoz Ledo, ex dirigente nacional del PRI y del PRD y ahora miembro distinguido de Morena desea mantenerse en el cargo de presidente de la Mesa Directiva, a pesar de que hay un acuerdo firmado por su coordinador, Mario Delgado, para ceder la posición al PAN, que tiene la segunda bancada en número de ese órgano legislativo.
Por si esto no se considera suficiente, el párrafo séptimo del artículo 17 de la Ley Orgánica del Congreso establece lo siguiente:
“La elección de los integrantes de la Mesa Directiva para el segundo y tercer año de ejercicio de la Legislatura, se llevará a cabo durante la sesión preparatoria del año de ejercicio que corresponda, garantizando que la presidencia de la Mesa Directiva para tales ejercicios recaiga, en orden decreciente, en un integrante de los dos grupos parlamentarios con mayor número de diputados que no la hayan ejercido. El proceso será conducido por los integrantes de la Mesa Directiva que concluye su ejercicio. Si en dicha sesión no se alcanza la mayoría calificada requerida, esta Mesa continuará en funciones hasta el día 5 del siguiente mes con el fin de que se logren los entendimientos necesarios”.
En consecuencia, el presidente para el siguiente año legislativo, a iniciarse el venidero 1 de septiembre, deberá ser un diputado del PAN.
Pero resulta que el presidente ¿saliente?, Muñoz Ledo, no desea dejar el cargo y maniobra por todos los medios posibles para retener el cargo.
Como aliada lleva a la vicepresidenta, también de Morena, la poderosa Dolores Padierna quien inclusive presentó una iniciativa para reformar la Ley Orgánica, para que su partido pueda retener la presidencia de la Cámara de Diputados no sólo el año siguiente, sino todo el resto de la actual Legislatura, es decir, hasta agosto de 2021.
El alegado básico de Padierna es que los partidos de oposición – incluido el PAN que espera turno – son muy “chiquitos” y no aseguran la debida marcha de ese cuerpo colegiado.
Además de reclamar los que supone derechos de Morena, la diputada Padierna está dispuesta a cultivar el ya enorme ego de Muñoz Ledo, pues se ha declarado a favor de que el ex priista y ex perredista se quede hasta el final de la legislatura.
Para quienes lo conocen, no resulta sorpresivo conocer que Muñoz Ledo está dispuesto a “sacrificarse” y continuar al frente de la Cámara y del Congreso en su conjunto, como lo establece la Constitución.
Aquí lo notable es que Muñoz Ledo se significó, sobre todo a partir de 1997, por encabezar la revuelta de los antes casi inexistentes partidos de oposición para arrebatarle al PRI el control del Congreso, empezando precisamente por la Cámara de Diputados. Uno de los cambios sobresalientes de ese proceso fue, nada menos, que obligar al partido mayoritario a entregar parte del control a la oposición.
Pero lo que era válido para otros partidos, no aplica para Morena, sostienen Padierna y Muñoz Ledo.