La guerra de los mundos
Humberto Matalí Hernández lunes 12, Dic 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Y nosotros los hombres, las criaturas que
habitamos este planeta, debemos parecerles
al menos tan extraños e insignificantes como
lo son los monos o los lémures para nosotros:
H. G. Wells | La guerra de los mundos
El escritor británico Herbert George Wells (1866-1946) es un claro ejemplo de los autores que traspasan el tiempo y la historia al crear obras que anuncian momentos de la historia, ciencia y descubrimientos futuros. Wells recurre al trasfondo social y disimula entre aventuras, misterio y terror el pesimismo desesperanzador de la humanidad.
Antes de juzgarlos duramente debemos recordar la destrucción (cruel y absoluta) que nuestra especie ha provocado no solamente entre los animales, como el ya desaparecido bisonte o el pájaro dodo, sino también sobre sus razas inferiores. Los tasmanios, a pesar de su amabilidad característica, fueron completamente eliminados en una guerra de exterminio financiada por inmigrantes europeos en un lapso de 50 años. ¿Acaso somos nosotros los apóstoles misericordiosos adecuados para quejarse de que los marcianos luchen con el mismo espíritu?
Definición dura de H. G. Wells en las primeras páginas de La guerra de los mundos, pero que señala el humanismo de este autor, que plasma en sus obras, bajo el disfraz de la literatura futurista, amargas reflexiones sobre las actitudes de la sociedad y especie humana.
No solamente en La guerra de los mundos logra tan extraordinarias descripciones, también lo hace, sobre la bestialidad y la locura del hombre en El hombre invisible y sobre el comportamiento de las sociedades humanas en La máquina del tiempo.
Desataca un tratado de historia extraordinario sobre la evolución del hombre, a través de los milenios, llamado Breve historia del mundo, del que lamentablemente no hay ediciones recientes. Pero tiene objetividad y muestra el concepto humanista que tiene el autor británico. El texto de análisis de la historia de la humanidad concluye poco después de la Segunda Guerra Mundial, ya que Wells alcanzó a incluir el uso de las bombas atómicas en Japón.
Sobre la incursión de los habitantes de Marte a la Tierra, Wells lo convierte en otra confrontación colonizadora, similar a las invasiones en el siglo XIX, del imperio victoriano y otras naciones imperialistas sobre los países de África y Asía, para saquear los recursos naturales, las riquezas y exterminar a los habitantes mediante la explotación.
H. G. Wells se apoya en descripciones crudas y de gran imaginación, acorde con los conceptos que existían en 1898, pero con tal riqueza que parecen modernas. Una buena muestra es el explicar como son los vehículos o naves en que se transportan los marcianos sobre la tierra:
Gigantes con armadura, señor. Miden 30 metros de altura. Tres patas y un cuerpo como de aluminio, con una enorme y poderosa cabeza con capucha, señor”, dice un artillero a un oficial que le pide información sobre el lugar donde luchan contra los invasores.
Descripciones que le fueron útiles a Orson Welles, para la realista narración radiofónica sobre la invasión de los marcianos al territorio de los EU, en una noche de brujas, mediante la cual sembró el pánico entre la paranoica sociedad yanqui, al tiempo que el director teatral y cinematográfico saltó a la fama. Y de ahí a la dirección y producción cinematográfica, donde fue uno de los mejores realizadores del siglo XX.
Por otra parte, en La guerra de los mundos H. G. Wells sabe manejar la tensión en forma extraordinaria que llega a su mejor expresión en el capítulo Londres muerto, donde el narrador recorre la capital británica para descubrir calles, barrios, edificios importantes en ruinas, los cadáveres calcinados, el polvo negro que como un manto cubre a la ciudad destruida, hasta topar con las primeras máquinas de los marcianos derrotadas, no por la acción de los soldados y los voluntarios que les hacen frente, sino por la misma naturaleza, por el medio ambiente hostil a los invasores: Era un lugar muy grande, con enorme máquinas por aquí y por allá, varios montones de cosas apiladas y extraños huecos a maneras de refugios. Y regados por ahí, uso en las máquinas de combate volcadas, otros en las ahora rígidas Máquinas de Agarre y otros doce desnudos y en silencio, tirados en una fila, estaban los marcianos -¡muertos!-; exterminados por las terribles y mortales bacterias contra las que sus organismos no estaban preparados; exterminados al igual que la hierba roja estaba siendo exterminada; exterminados después que todos los medios humanos fallaron, por las cosas más humildes que Dios, con su sabiduría, ha puesto sobre esta Tierra.
Y después la justificación de la vida: El hombre ha obtenido su derecho a la vida sobre la Tierra mediante varios millones de muertes, derecho que conserva ante todos los que llegan, que seguiría siendo suyo aun si los marcianos fueran diez veces más terribles. Porque los hombres no viven ni mueren en vano.
Ediciones de La guerra de los mundos hay muchas, algunas con pésimas, malas y regulares traducciones, pero a pesar de ello se comprenden los conceptos sobre la vida y la especie humana escritos por Wells, así como la dura crítica a la depredación ambiental que causa el propio hombre.
Pero la Editorial Sexto Piso editó hace unos años una excelsa versión de la novela de Wells, traducida directamente del original en inglés por Anahí Ramírez Alfaro, que incluso cuesta menos que otras traducidas hechas en España o Argentina. Destaca la portada con la ilustración de Alvin Correco, hecha para una edición inglesa de l906. Aún se encuentran ejemplares de esta edición.