Pero qué necesidad…
¬ Luis Ángel García lunes 28, Nov 2022Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Ninguna necesidad tenía el Presidente de organizar una megamarcha. Él es el que está sentado en la silla presidencial y ha ejercido el poder como ningún otro mandatario en más las dos terceras partes de su sexenio; no requiere de legitimarse. No tiene oposición, controla a legisladores y ministros, no cuenta con contrapesos reales; sabe gobernar por decreto y, en última instancia, no le importa transgredir la Constitución, “a mi no me vengan con que la ley es la ley” y lo ha demostrado. Por eso, —como dijera el célebre filósofo Juan Gabriel—, pero qué necesidad… de organizarse un desfile.
Nadie dudó de su capacidad de ganar, de nueva cuenta la calle, demostrar que puede atiborrar el Zócalo capitalino, acarrear a millones de burócratas y su base electoral mediante la maquinaria del Estado, como lo hicieron los presidentes priistas; sólo hay que recordar cómo José López Portillo quiso legitimar su aberrante decisión de nacionalizar la banca y, como ahora, jugar con las cifras. En ese tiempo se decía que la Plaza Mayor se llenaba con medio millón de personas, lo que ha quedado demostrado hasta el cansancio que es imposible. Pero hace cuarenta años, como ahora, les gusta magnificar los eventos políticos y recurren a la manipulación de los números. Luis Echeverría hizo lo mismo infinidad de veces, como el propio Adolfo López Mateos con la nacionalización de la industria eléctrica.
Para el Estado corporativo que vivimos por casi ochenta años era todo un ritual rendir pleitesía al Ejecutivo en turno y la mejor manera de demostrarlo era atiborrar de contingentes —generalmente de obreros o de burócratas—, las calles del primer cuadro para agradecer perenemente las conquistas sociales logradas por el Presidente. Los dirigentes de los sectores del partido acompañaban al primer priista del país desde el balcón de Palacio Nacional, donde el homenajeado no podía dejar de ver las enormes mantas que cubrían las fachadas de los edificios que rodean la plancha del Zócalo, sólo se salvaba la Catedral Metropolitana, que hoy sirve de escenografía para el templete de actos políticos o eventos musicales, que ya también forman parte de las estrategias de comunicación política.
Los tiempos no han cambiado y aunque la narrativa oficial niega que le inquiete el despertar ciudadano que se manifestó libremente hace dos semanas, la verdad es que preocupa a la 4T el humor social mostrado en la marcha civil que iba más allá de la defensa del INE, era el rechazo a la administración actual, el desencanto por las promesas de campaña incumplidas.
Por eso, la organización de esta contramarcha, alentada por los ideólogos y asesores del Presidente, quiso demostrar que el monopolio de las calles es del tabasqueño, que sólo él y sus huestes pueden manifestarse, hacer plantones o bloquear calles, aunque eso fue válido cuando eran oposición, no cuando ejerces el poder que te dieron las urnas. Innecesaria demostración de músculo, porque a diferencia de la espontánea expresión ciudadana que se hizo hace quince días, la concentración de ayer fue al más puro estilo priista, con miles de acarreados financiados con recursos públicos. Trascendió en columnas la orden presidencial de comprometer a los gobernadores de Morena a enviar determinado número de marchistas y financiar los gastos de traslado, hospedaje y manutención de sus contingentes; se filtró el oficio de la líder de comerciantes de Tepito, donde hace obligatorio el asistir con dos personas más, so pena de no dejar que pongan sus puestos en esta temporada navideña por su inasistencia; hay testimoniales de burócratas que fueron obligados a participar, porque peligraba su empleo o la entrega del aguinaldo. Se engaña solo el Presidente y las alabanzas de su círculo cercano lo exhiben como el cuento del rey desnudo. Sólo su base electoral, ya disminuida, está con él, no los millones de acarreados que asistieron sin convicción. Pero qué necesidad.