El cinismo en la política mexicana
Luis Ángel García miércoles 6, Dic 2023Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Los detractores del sistema político mexicano, de izquierda y de derecha, siempre criticaron la corrupción, la ignorancia, la falta de preparación académica, la conducta antidemocrática y la formación caciquil de los hombres de poder de mediados del siglo XX, sobre todo los de extracción militar y no pocos políticos empíricos que supieron someter y sojuzgar a toda una nación. Encontraron, entre otros, al propio Plutarco Elías Calles como ejemplo del gobernante megalómano expoliador del pueblo o de generales rupestres como Maximino Ávila Camacho o Gonzalo N. Santos, sanguinarios caciques con poderes fácticos superiores a los del Presidente mismo y que asolaron sus estados y exprimieron lo mismo la hacienda pública que a los ciudadanos.
Eran hombres sin ley ni principios éticos o morales, el propio “Alazán Tostado” acuñó la cínica frase de que la moral era un árbol que daba moras. El arribo de los civiles al poder a mediados de la centuria pasada parecía un aviso esperanzador del acceso al poder de manera democrática y la extinción de los cacicazgos políticos, que no de la corrupción ni de los abusos de los mandatarios. No se pudo concretar ese modelo ni modificar la génesis del político mexicano, cualquiera que sea filiación. El cinismo se mantiene como forma de gobierno del que no está exenta la 4T.
El actual inquilino de Palacio Nacional ha dado muestras de esa endemia genética de nuestros hombres públicos, con frases para la inmortalidad como “a mi no me vengan con que la ley es la ley” o burlarse de los damnificados de Guerrero, a quienes les ofrece unos pesos para reedificar sus casas bajo el esquema de autoconstrucción, porque “no tiene mayor ciencia”. El negar la corrupción rampante en esta administración es otra forma de conducta cínica, “no somos como los de antes”. Todos los días, desde el púlpito del Salón Tesorería se dan muestras del cinismo que caracteriza a los políticos y la forma en que engañan a la ciudadanía, a la opinión pública, al pueblo en general. El cinismo vulnera cada vez más Estado de Derecho.
El escandaloso episodio protagonizado por el impresentable gobernador de Nuevo León, la actitud del nuevo partido rémora en que ha convertido el dueño de la franquicia a Movimiento Ciudadano, la violación a las disposiciones jurídicas de la propia Suprema Corte, la soberbia de los funcionarios estatales que impidieron el trabajo del gobernador interino y el desdén al Poder Legislativo son la última expresión del cinismo político de los dizque representantes populares.
Maximino Ávila Camacho y Gonzalo N. Santos estarían en pañales frente el monárquico y ahora usurpador Samuel García. Ni en las peores épocas del priismo se vio tanta degradación política; la ambición de poder del norteño y de Dante Delgado no tiene parangón. Se creyeron tan listos que antes de tener la vaca ya la estaban ordeñando. Ambos disfrutaban las mieles de su pacto secreto, sabían que no tenían posibilidades reales de arribar a la Presidencia, pero vendían cara su traición a la democracia. Se prestaban a la farsa de parecer oposición, cuando verdaderamente querían dividir el voto en favor de la “corcholata” presidencial; la recompensa era también en especie, posiciones políticas para ambos Judas. Sabedor de que era nuevo “Juanito”, Samuel buscaba cuidarse la espalda y por eso impulsó a un esbirro que mantuviera las corruptelas a buen recaudo; un externo significaba una posible auditoría.
Con enorme cinismo contravino la Constitución local, desconoció las funciones del Congreso, violó la soberanía legislativa, perpetró un golpe de Estado, se apoderó de la sede de Gobierno, se pasó por el arco del triunfo las resoluciones del Máximo Tribunal del país y cometió desacato y usurpación de funciones al regresar a gobernar sin que se cancelara su licencia. Pudo más el miedo a la cárcel que la ambición de poder. En el sainete norteño lo que menos importa al “gobernador” y a Dante son los gobernados, los sufragantes, el tan trillado pueblo.
Ante las conductas cínicas y autócratas de Samuel, Maximino y Gonzalo son caciques en pañales.