Regresa López… pero el aeropuerto de primera clase que ordenaste destruir
Miguel Ángel Rivera, Opinión domingo 2, Nov 2025CLASE3 POLITICA Miguel Ángel Rivera
Es cierto que el futuro de México lo debemos decidir los mexicanos en ejercicio pleno de nuestra soberanía, pero también es verdad que lo sucedido en otras naciones debería servir de ejemplo. No se puede olvidar el refrán que sostiene: “cuando veas las barbas de su vecino cortar…”.
En días recientes, la prensa internacional ha destacado dos casos relevantes. Uno, la defenestración del príncipe Andrés de Inglaterra y los problemas que atraviesa la aviación de los Estados Unidos por la falta de controladores de vuelo, inconveniente derivado del conflicto más grave de “cierre” del gobierno de los Estados Unidos porque el Congreso no aprueba el presupuesto exigido por el magnate Donald Trump.
En el caso de México, la aviación nacional -y de paso el sector turismo- están afectados por una decisión, calificada de técnica y profesional por el gobierno mexicano, pero en realidad producto de un capricho del caudillo de la llamada Cuarta Transformación, el ex presidente López, convertido en decisión soberana por su incondicional discípula la presidenta (con A) Claudia Sheinbaum Pardo.
Sólo por recordar (y lamentar), una de las primeras decisiones del político tabasqueño, que todavía no rendía protesta, pero ya mandaba por el abandono del anterior mandatario, Enrique Peña Nieto, consistió en anular el proyecto de nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, que se había diseñado para operar en lo que fue el vaso del Lago de Texcoco y que estaba planeado para ser uno de los más importantes del continente, lo que en términos de aviación se conoce como hub, una terminal que sirve para el enlace de vuelos internacionales, al tener capacidad para realizar dos o más operaciones al mismo tiempo.
Supuestamente, para acabar con actos de corrupción, López canceló el valioso proyecto, a pesar de que las obras llevaban un avance de casi el 30 por ciento. El costo de lo realizado y desperdiciado, además de las indemnizaciones a las empresas a las que se cancelaron los contratos de construcción sumaron casi 300 mil millones de pesos, cantidad de validó la Auditoría Superior de la Federación, aunque casi de inmediato su titular, David Colmenares Páramo, reculó y el responsable de esos cálculos perdió su empleo.
El moderno y funcional proyecto de nuevo aeropuerto fue reemplazado por una terminal pueblerina, en lo que era un aeródromo militar, cuya operación ofrecía muchos obstáculos para el despegue y aterrizaje. En especial, no ofrece la posibilidad de operaciones simultáneas, ni siquiera con el anticuado y saturado Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) que lleva el sobrenombre del patricio Benito Juárez.
Como parte de la operación para justificar la puesta en operación que lleva el nombre de héroe revolucionario general Felipe Ángeles (AIFA), por acuerdo presidencial (“por mis pistolas”), lo que se recauda de impuestos por uso del aeropuerto se dejó de aplicar en el viejo AICM y todo se destinó al que se ha convertido popularmente en CHAIFA y en otros proyectos faraónicos que tampoco han resultado benéficos, sino en carga para el presupuesto federal, es decir, para los impuestos que pagamos todos los mexicanos.
El hecho es que ninguna aerolínea aceptó trasladar sus operaciones al AIFA-CHAIFA. Los militares se esmeraron por presentar buenas instalaciones, pero de nada valió porque la flamante terminal estaba y está vacía, a lo cual contribuye el que no existen las instalaciones para facilitar el traslado de viajeros.
Ante el evidente fracaso de una de sus obras predilectas, el caudillo tabasqueño emitió otro decreto por el cual obligó a las empresas aéreas, nacionales y extranjeras, a trasladar todos sus vuelos de carga a la remota terminal.
Todos los expertos y conocedores en materia aérea sostienen que se trata de un capricho, que no tiene respaldo en ninguna disposición técnica ni mucho menos científica.
El empecinamiento del caudillo López fue tanto que obligó al ex presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, a aterrizar en el AIFA, lo cual aprovechó para lograr un “raid” (aventón) en “La Bestia”, como se conoce al automóvil blindado en el que viaja el primer mandatario de la vecina nación.
Más recientemente, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, de origen cubano, también debió cumplir con el protocolo de llegar con su avión a la terminal aérea predilecta de la llamada Cuarta Transformación.
Hasta allí, todo bien. El problema es que casi al mismo tiempo, o pocos días después, el gobierno del arbitrario Donald Trump decidió sancionar la arbitraria imposición de López de obligar a las aerolíneas estadounidenses de trasladar sus operaciones de carga al AIFA-CHAIFA.
El Departamento de Transporte de Estados Unidos (DOT, por sus siglas en inglés) canceló la aprobación de 13 rutas operadas por aerolíneas mexicanas hacia distintas ciudades del vecino país. Entre ellas están Dallas, Houston, Austin y McAllen, destinos que son muy frecuentados por mexicanos.
El gobierno estadounidense argumenta que México habría incumplido el acuerdo bilateral de transporte aéreo firmado en 2015, al limita la participación de aerolíneas estadounidenses en los principales aeropuertos del país, además de reducir los slots, las franjas horarias para despegar o aterrizar, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).
El resultado es que Washington revocó 13 rutas de aerolíneas mexicanas que volaban o planeaban volar a Estados Unidos. Según el comunicado oficial, el propósito es “restablecer condiciones justas de competencia” entre aerolíneas de ambos países.
La respuesta por parte de México la encabezó, lógicamente, la discípula predilecta del caudillo de Macuspana, la actual titular del Poder Ejecutivo, la presidenta (con A) Claudia Sheinbaum Pardo
Contrario al convencimiento general de que la construcción y operación del AIFA-CHAIFA y sus consecuencias son resultado del capricho de un solo individuo, la presidenta Claudia Sheinbaum sostuvo que regresar el transporte de carga aérea del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México sería muy irresponsable porque alentaría a una mayor saturación e implicaría problemas de seguridad en este último.
Informó que ya existe una ruta de trabajo con el Departamento de Transporte (de EU) para discutir en torno a su decisión de cancelar vuelos de aerolíneas mexicanas que salgan del AIFA.
La mandataria manifestó confianza en que detrás de esa decisión no haya algún interés político o de otro orden y que se pretenda favorecer a una aerolínea estadounidense, lo cierto es que “no quisiéramos pensar eso, ¿verdad?, porque no entendemos la decisión del Departamento del Transporte de Estados Unidos. Como siempre, vamos a buscar el diálogo para resolverlo y no poner en riesgo ni a los usuarios ni a la operación del propio”.
Para analizar el tema, el pasado viernes se efectuó una reunión de alto nivel en Palacio Nacional a donde acudieron los secretarios de la Defensa Nacional, Marina, Seguridad Pública y Protección Ciudadana, así como el de Relaciones Exteriores, además de los directores del AICM, Juan José Padilla Olmos y del AIFA, Isidro Pastor directivos de las aerolíneas.
No podía ser de otra forma, la consentida del profesor validó la decisión del ex presidente López de enviar el transporte de carga al AIFA . Para fundamentar su afirmación la jefa del Ejecutivo aseguró que ya desde 2014, con el entonces presidente Enrique Peña Nieto, se publicó en el Diario Oficial de la Federación un documento en el que ya se alertaba de la saturación en el AICM.
Añadió que, con López Obrador se retoma este diagnóstico y se actualiza la información como sustento técnico de la determinación de reducir slots en el AICM, para proteger la seguridad de los viajeros, y trasladar las operaciones de carga al aeropuerto que ya estaba construido.
Todo bien. Lo que olvidó la presidenta (con A) es que la solución no era ni el AICM ni el AIFA-CHAIFA, sino un moderno aeropuerto en donde los pasajeros no circulen en estrechos, oscuros y malolientes pasillos en donde los pasajeros, nacionales y extranjeros, son conducidos como hatos de reses.











