Los encapuchados ayudan a la 4T a mantener protestas fuera del Zócalo
Miguel Ángel Rivera, Opinión domingo 16, Nov 2025CLASE POLITICA Miguel Ángel Rivera
Es tanto el fervor de la llamada Cuarta Transformación por las culturas autóctonas que no ha dudado en reproducir en el Zócalo –la antigua Plaza Mayor de Tenochtitlan– las desiguales luchas de los prisioneros de guerra, atrapados en las “guerras floridas”, contra los guerreros aztecas, como parte de los sacrificios dedicados a sus dioses.
Las modernas luchas tienen sus variantes, debido a los cambios registrados en ese espacio por la influencia española, que destruyó los palacios y templos originarios, para sustituirlos por edificios estilo europeo, que también han registrado modificaciones, al ritmo de los cambios de estilos.
Los protagonistas de los nuevos combates “floridos” son los policías de la Ciudad de México y una organización paramilitar que invariablemente es utilizada en cuanto marchas de protesta contra el gobierno cuastroteista se atreven a tocar ese espacio reservado por el régimen para rendir loas a sus caudillos y para celebrar sus supuestos “éxitos”.
Lo que sí, el libreto ha cambiado, pues ahora las víctimas –por fortuna no mortales, salvo excepciones– son los que se presume “guardianes del orden”, mientras que los “salvajes”, con trajes oscuros y los rostros cubiertos son los victimarios que en cada encuentro provocan muchas bajas en las filas oficiales, además de dañar el patrimonio oficial, así como de particulares que no están involucrados en las protestas, pero son poco apreciados, pues por lo general forman parte de los desdeñados “fifís”.
En esos encuentros, como en los añorados desafíos precolombinos, también hay prisioneros, pero ya no son sacrificados a los dioses, sino que se les devuelve su libertad en reconocimiento al vigor con el que combatieron. Lo más que les ocurre a esos valientes guerreros es ser presentados ante el Ministerio Público o un juez, ambas instituciones despreciadas por ser herencia de los europeos, que les devuelven su libertad no son antes “acusarlos” con sus padres o abuelos, pero es conveniente que se reintegren a sus corporaciones, para estar listos en caso de ser requeridos para la siguiente protesta de la derecha o de los neoliberales, pues sólo esos repudiados grupos se atreven a censurar las inexistentes fallas de la llamada Cuarta Transformación.
El éxito de estas luchas “floridas” ha sido tanto que ya el régimen “moreno” ya lo ha exportado. El pasado sábado, por ejemplo, un contingente de esos “salvajes” apareció en calles de Guadalajara, a pesar de que no existen indicios de que los pueblos originarios de esa región -apames, caxcanes, cocas, guachichiles, huicholes, cuyutecos, otomíes, nahuas, tecuexes, tepehuanes, tecos, purépechas, pinomes– practicaran encuentros similares a los realizados por los aztecas.
Las autoridades de Jalisco, emanadas de un partido contrario a Morena, el MC, no respetaron por completo el libreto de las escenificaciones en el Zócalo de la Ciudad de México, pues sus policías no aceptaron mantenerse pasivos ante los ataques de los “salvajes” y detuvieron a 47 de ellos.
La información oficial del gobierno de Jalisco sostiene que los “salvajes” llegaron de estados como Guanajuato y Michoacán, así como de la Ciudad de México,
También las autoridades de la capital de Jalisco aseguraron que en todo momento se respetó la manifestación e incluso detallan que en ningún momento se utilizaron blindajes para Casa Jalisco o Palacio de Gobierno.
“El Gobierno de Jalisco actúa con respeto a la manifestación y garantiza el orden público en el Centro de Guadalajara”, detallan en un comunicado.
De la misma forma, dice la nota informativa de la agencia Quadratín, explicaron que las detenciones realizadas fueron en presencia de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco y fue en contra de los generadores de disturbios y actos que alteraron el orden público en las inmediaciones de Palacio de Gobierno.
“Con el objetivo de respetar plenamente su derecho a la libre expresión y a la legítima manifestación de ideas, se tomó la decisión de no instalar vallas ni dispositivos restrictivos alrededor de Palacio de Gobierno y Casa Jalisco, que aparecían como destino en sus convocatorias”, señalan en el mismo comunicado.
“Tras haber cesado la manifestación pacífica de la generación Z en el Centro Histórico de Guadalajara, se registró un incremento de agresiones que ponían en riesgo la integridad física de las personas presentes en el Centro Histórico, manifestantes, transeúntes y comerciantes, por lo que la policía del estado, acompañada de la policía de Guadalajara y la policía metropolitana, iniciaron los protocolos de intervención. Los uniformados fueron agredidos con piedras que arrancaban de la losa de Plaza de Armas, palos y todo tipo de contundentes.
“Tras la detención de los causantes de daños al patrimonio histórico en Palacio de Gobierno, el Congreso del estado, la Plaza de Armas y otros más en los ingresos a estaciones de la Línea 3 del Tren Ligero, les fueron asegurados botes con gasolina, thinner, bombas molotov, barras de metal, petardos, bombas de gas lacrimógeno que no son las utilizadas por la policía.
Las 47 personas detenidas, algunas provenientes de la Ciudad de México, Guanajuato y Michoacán, fueron puestas a disposición de las autoridades competentes.
Con esto, las autoridades de Jalisco se pusieron ellas mismas a prueba, pues ahora se verá si hay sanciones que correspondan a la dimensión de las afectaciones provocadas por los “salvajes” o, si, respetan el protocolo establecido por el gobierno federal y los dejan libres.
Esto porque, efectivamente, en vez de actuar con energía contra los violentos, tanto la presidenta (con A) Claudia Sheinbaum Pardo, como su correligionaria jefa de Gobierno, Clara Brugada, responsabilizaron a los organizadores de la marcha de protesta a los que, como es costumbre en la llamada Cuarta Transformación, descalificaron por conservadores y neoliberales.
Con un “decimos no a la violencia”, la constructora del segundo piso de la llamada Cuarta Transformación descalificó la marcha de la generación Z, que precisamente fue convocada por la inseguridad y violencia que prevalecen en gran parte del territorio nacional.
En su mensaje desde Jonuta, Tabasco, la tierra de su caudillo, Sheinbaum aprovechó para recordar la marcha de protesta encabezada en 2018 por el ex presidente López, que se realizó, dijo, de manera pacífica.
Desde un día antes de las manifestaciones de protesta, la jefa del Ejecutivo federal mostró sus prejuicios, al declarar: “no vamos a permitir que se utilice el Zócalo como escenario de provocaciones disfrazadas de protesta legítima”.
“Condenamos enérgicamente cualquier forma de violencia en la ciudad y de manera específica, la ocurrida esta tarde en el Zócalo, llevada a cabo por un grupo radical de manifestantes”, declaró en un mensaje en las redes sociales la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada Molina, quien reconoció a la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), que realizó únicamente acciones de contención y a los policías, “quienes de forma valiente se dedicaron a proteger, resguardar y garantizar la libre expresión de los asistentes, y a no caer en las provocaciones del grupo violento”.
Más contundente fue el segundo en el gobierno capitalino, el secretario de Gobierno, César Cravioto, quien responsabilizó directamente a la derecha mexicana y a los convocantes de la manifestación de este sábado por los actos violentos que se registraron en el Zócalo, señalando que el objetivo de la convocatoria era “para provocar, generar afectación a Palacio Nacional y a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)”.
A las descalificaciones a los organizadores de las marchas se sumó, obviamente, la nueva e incondicional Suprema Corte de Justicia, que, también, manifestó su preocupación y condenó las expresiones de violencia aislada registradas en sus inmediaciones, que incluyeron agresiones a elementos de seguridad, daños a las instalaciones e intentos de ingreso violento y no autorizado al edificio.
Al margen de lo ocurrido, lo cierto es que se mantiene el punto principal de la exigencia de los manifestantes: la inseguridad y la violencia.
Una prueba, la matanza que el mismo sábado en Parral, Chihuahua, donde fueron asesinadas seis personas.











