Claves para entender la popularidad de la presidenta Claudia Sheinbaum
Hans Salazar, Opinión domingo 14, Dic 2025HANS SALAZAR
La irrupción de la Presidenta como una de las figuras más influyentes del mundo es resultado de una labor social y cultural constante en beneficio de los demás y, especialmente, de quienes menos tienen.
En el análisis histórico y sociológico de su imagen pública destaca, como parte de su legado, la cercanía que siempre ha mantenido con las clases menos favorecidas y, particularmente, con las comunidades indígenas, primero como estudiante y posteriormente como maestra y funcionaria pública con responsabilidades en materia ambiental en la Ciudad de México, como delegada de Tlalpan y después como jefa de Gobierno.
Otro elemento distintivo de su trayectoria como funcionaria es la forma de encarar y resolver problemas y desafíos bajo una visión científico-social, apegada al beneficio de la gente, buscando el equilibrio, la igualdad y el trato justo, con presupuestos y medidas sin excesos.
Para entender y explicar por qué la presidenta Claudia Sheinbaum está considerada entre las cinco personas más influyentes del planeta y mantiene niveles de popularidad sostenidos de hasta 70% desde el inicio de su gobierno hasta finales de diciembre de 2025, es necesario señalar su comportamiento ético en la administración pública. Hasta el momento no existe investigación alguna en su contra que la vincule con actos de corrupción.
Su apego a los lineamientos de justicia y su búsqueda permanente de la convivencia pacífica han permitido también la creación de espacios sin violencia.
“Sólo el amor, la fuerza del amor, puede ser comparado con el buen ejercicio de la política, por su poder transformador”: Claudia Sheinbaum.
Desde el primer día en que tomó posesión como presidenta de la República, Claudia Sheinbaum ha mostrado su vocación social por asistir y resolver ahí donde existe el problema, por fundirse con el pueblo y, sobre todo, por escucharlo para tomar las mejores decisiones.
En un año ya existe un importante recuento de acciones que evidencian su pasión, energía y vitalidad para encontrar soluciones. Entre algunos ejemplos se encuentran la atención al huracán John en Acapulco; el intenso trabajo en la frontera y en Estados Unidos en apoyo a los migrantes mexicanos, residentes o no en ese país; la ayuda y el rescate de comunidades indígenas y afrodescendientes; la ampliación de programas sociales a todas las capas sociales, desde las infancias hasta la tercera edad, con énfasis especial en las juventudes y su educación; así como el fortalecimiento del sistema de salud, la atención hospitalaria, la distribución de medicinas gratuitas y las visitas casa por casa para mejorar las condiciones de salud.
De forma reciente destaca también la ayuda comunitaria horizontal a los cinco estados de la República afectados por lluvias atípicas: Puebla, Hidalgo, Veracruz, San Luis Potosí y Querétaro.
La pasión por gobernar
Su entrega y pasión por gobernar no conocen límites, ni siquiera los fines de semana, pues trabaja de manera permanente.
Su capacidad de comunicación, basada en un lenguaje llano, directo y sencillo, establece un puente constante a través de su conferencia mañanera con periodistas y con la gente. Su forma serena y pausada de hablar, sin estridencias, con cadencia y, en muchas ocasiones, con un tono pedagógico, le permite ofrecer respuestas directas, sin retórica, explicando de manera coloquial incluso los temas más complejos.
Este rasgo, que podría parecer menor, es una clave fundamental para entender por qué la presidenta Claudia Sheinbaum se mantiene en los niveles más altos de popularidad. Su comunicación es un factor determinante de su praxis política.
Lenguaje corporal
A diferencia de sus antecesores, la presidenta Claudia Sheinbaum irrumpe en el escenario político cotidiano con sobriedad y sencillez. Su lenguaje corporal transmite confianza, aceptación y empatía, reforzando el contenido de su discurso social.
El amor por la gente
“Seguiré trabajando todos los fines de semana durante mi gestión, porque esas visitas al interior de la República —en las plazas, en las comunidades, en los ríos, en la montaña y en el campo— son el oxígeno que me da fuerza para gobernar al escuchar las peticiones del pueblo”, ha sentenciado en diversas ocasiones la presidenta de México.
En esa empatía por escuchar, la presidenta incluso ha dejado fuera a su círculo de seguridad para fundirse con la gente. Ahí están las imágenes en Veracruz, en Álamo; en Tlaxcala; en la Sierra de Oaxaca; en la Sierra de Puebla y nuevamente en Veracruz, donde remolinos de ciudadanos y ciudadanas la obligaron a bajar del vehículo para abrazar a mujeres adultas, niñas y jóvenes, en un símbolo de hermandad y entrega.
La pasión y la entrega hacia su gente, hacia el pueblo de México.
La vestimenta
Hoy puede afirmarse que la presidenta Claudia Sheinbaum está imponiendo una moda. Su estilo, de inspiración tipo Chanel, incorpora símbolos de los pueblos indígenas y de diversas regiones geográficas, con un hermoso colorido de estampados en hilos y grecas, tanto en el pecho como en las mangas de sus vestidos. Esta estética representa una revalorización de las culturas indígenas, presentes en los espacios políticos de más alto nivel, ya sea en la conferencia presidencial, en reuniones binacionales o en plataformas globales y continentales donde convergen líderes mundiales.
La vestimenta de la presidenta Claudia Sheinbaum no pasa desapercibida ni para el mundo político ni para el de la moda.
“Me siento muy orgullosa de representar en mis ropas, de portar en mis vestidos, la simbología de nuestros pueblos y su resistencia y alegría a través de los siglos”, ha dicho la presidenta.
Contra la extorsión: el giro de fondo en la seguridad pública
La extorsión ha sido, durante años, uno de los delitos más silenciosos y corrosivos del país. No siempre aparece en las cifras con la crudeza de los homicidios, pero su impacto cotidiano es profundo: asfixia a pequeños comercios, intimida a familias enteras y normaliza el miedo como forma de control social. Por eso, el mensaje lanzado por la presidenta Claudia Sheinbaum en la 52 Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Seguridad Pública marca algo más que un anuncio técnico: señala un cambio estructural en la forma de enfrentar este delito.
El núcleo del viraje es claro: la extorsión deja de depender de la denuncia de la víctima. Durante décadas, el Estado trasladó la carga del combate a quienes ya estaban siendo violentados. Denunciar implicaba exponerse, revictimizarse y, muchas veces, quedar solos. Con la nueva Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar la Extorsión, el delito se persigue de oficio y se construye un andamiaje nacional que obliga a las 32 entidades a homologar sus marcos legales.
No es un ajuste menor: es reconocer que el miedo no puede ser un requisito para acceder a la justicia.
Este anuncio se inscribe en un contexto que el propio gobierno subraya con datos duros. La reducción de 37 % en homicidios dolosos y en delitos patrimoniales con violencia, así como la detención de más de 38 mil personas por delitos de alto impacto en los primeros 14 meses de gobierno, muestran una estrategia que busca combinar contención, investigación e inteligencia.
En ese mismo marco, más de 600 personas vinculadas con extorsión han sido detenidas en 22 estados, una cifra que revela tanto avances como la magnitud del problema.
Pero el combate a la extorsión no puede entenderse solo desde la óptica policial. En la sesión quedó claro que la coordinación interinstitucional es una pieza central: 53 dependencias federales articuladas, programas de Atención a las Causas, Ferias de Paz, Jornadas comunitarias y el desarme voluntario como política preventiva forman parte del mismo rompecabezas.
La seguridad, en este enfoque, no se reduce a capturas, sino a reconstruir tejido social en territorios golpeados por la violencia.
La Fiscalía General de la República también asume un papel clave. El compromiso de fortalecer la coordinación con las fiscalías estatales y avanzar hacia un nuevo modelo de investigación e inteligencia apunta a un problema histórico: la fragmentación
institucional. Sin investigaciones sólidas y sin capacidades homogéneas en los estados, la homologación legal correría el riesgo de quedarse en el papel. Por eso, los plazos fijados —manuales de operación y reformas locales en los primeros meses de 2026— serán una prueba concreta de voluntad política.
El reto, sin embargo, sigue siendo enorme. La extorsión se ha adaptado con rapidez a la tecnología, al uso de teléfonos celulares y a esquemas criminales cada vez más sofisticados. De ahí la relevancia del registro telefónico anunciado, que busca cerrar una de las principales vías de operación del delito. Si funciona, podría convertirse en uno de los instrumentos más disruptivos contra este fenómeno.
En términos editoriales, el mensaje es contundente: el Estado empieza a asumir plenamente su responsabilidad frente a un delito que había normalizado la impunidad y el silencio. El éxito no se medirá solo en estadísticas, sino en algo más tangible: que comerciantes, transportistas y familias puedan vivir sin pagar “derecho de piso” ni responder llamadas de amenaza. La apuesta está hecha. Ahora, la coherencia entre ley, coordinación y resultados será la que determine si este giro se traduce en una verdadera reducción de la extorsión en México.
La violencia retrocede: México registra su noviembre con menos homicidios desde 2015
La reducción del 37% en el promedio diario de homicidios dolosos entre septiembre de 2024 y noviembre de 2025 no es un dato menor ni una cifra aislada. Es, en términos políticos y sociales, una señal clara de que el Estado mexicano está recuperando terreno frente a la violencia. Pasar de 86.9 a 54.7 homicidios diarios, y registrar el noviembre más bajo desde 2015, marca un punto de inflexión que durante años parecía inalcanzable.
Durante más de una década, la narrativa dominante sostuvo que la violencia era un fenómeno inevitable, casi naturalizado, frente al cual solo cabía administrar el desastre. Hoy, los datos desmienten esa resignación. La tendencia sostenida a la baja durante 14 meses consecutivos muestra que la estrategia importa, que el diseño de política pública sí puede salvar vidas cuando se combina inteligencia, coordinación institucional y presencia territorial.
El enfoque del actual gobierno rompe con el falso dilema entre “mano dura” y “abandono social”. Por un lado, los resultados operativos son contundentes: más de 38 mil personas detenidas por delitos de alto impacto, más de 20 mil armas aseguradas, 311 toneladas de droga incautadas y la destrucción de mil 760 laboratorios clandestinos. Por el otro, el eje de Atención a las Causas ha llegado a millones de personas con ferias de paz, recuperación de espacios públicos y programas comunitarios que reconstruyen el tejido social desde abajo.
No es casual que la disminución de homicidios coincida también con una baja del 47% en delitos de alto impacto respecto a 2018, ni que 26 entidades federativas registren reducciones significativas. Esto habla de un fenómeno estructural, no de un maquillaje estadístico ni de un efecto coyuntural.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha insistido en que la seguridad no se construye desde el discurso, sino desde la constancia. En ese sentido, los datos presentados no son un punto de llegada, sino una base mínima sobre la cual profundizar. Persisten focos rojos —siete estados concentran más de la mitad de los homicidios— y el reto de consolidar estas tendencias en el largo plazo sigue siendo enorme.
Sin embargo, negar el avance sería políticamente irresponsable y éticamente cuestionable. Cada homicidio que se evita es una vida que continúa, una familia que no se rompe, una comunidad que no se hunde un poco más en el miedo. En un país acostumbrado a contar cadáveres, reducirlos de forma sostenida es un acto de Estado.
La seguridad, por primera vez en años, empieza a dejar de ser promesa para convertirse en resultado. Y eso, en México, ya es una noticia de fondo.











