De la Madrid, presidente del quiebre
Roberto Vizcaíno lunes 2, Abr 2012Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- Él y su equipo engañaron a López Portillo, para crear la crisis y controlar a México
- Luego su rigidez provocó la ruptura del PRI y la salida de Cárdenas y otros cientos
- Con él comenzaron las reformas neoliberales y la privatización de la rica área paraestatal
Si nos atenemos a lo que dijo de sí mismo José López Portillo, quien se autocalificó como el “ultimo” Presidente surgido de la Revolución –entendido esto último como del grupo de priístas que profesaron la ideología del nacionalismo y la justicia social-, entonces Miguel de la Madrid fue el primer mandatario de la etapa neoliberal y de la tecnocracia.
Nadie puede negar que el suyo fue un mandato gris, marcado profundamente por la crisis económica surgida del hundimiento del “boom” petrolero que llevó a decir a su antecesor que los mexicanos debíamos prepararnos a administrar la abundancia.
El desastre sobrevino al inicio de los ochenta, precisamente al final del sexenio de López Portillo y el inicio del suyo.
Debido a eso, su antecesor terminó gimoteando, asegurando que “ya nos saquearon… no nos volverán a saquear” y que eso ocurriría porque él nacionalizaría el sistema financiero y con ello defendería el peso “como un perro”.
Nadie le perdonó a López Portillo ninguna de las tres cosas: que llorara, que nacionalizara la banca para que no nos volvieran a saquear, y que se autocalificara como perro.
Este mote lo llevó hasta la tumba y aún ahora se le recuerda como el “perro”.
El desastre económico vivido al final de ese sexenio duró años en solventarse. Quien “rescató” a México fue entonces el presidente Miguel de la Madrid y el equipo que venía con él desde Programación y Presupuesto.
Ahí, a su alrededor estaban:
Sus asesores Manuel Bartlett Díaz y Bernardo Sepúlveda, quienes al subir su jefe a Los Pinos, ellos quedaron el primero como secretario de Gobernación y el segundo, como secretario de Relaciones Exteriores.
Sus entonces subsecretarios Ramón Aguirre y Francisco Labastida fueron enviados el primero al gobierno del Distrito Federal y el segundo a la Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal.
El oficial mayor en la SPP, el hidalguense Adolfo Lugo Verduzco pasó entonces a ser el presidente del CEN del PRI y el coordinador general de delegaciones de Programación y Presupuesto y gran amigo personal de juergas y bohemia de De la Madrid, Eduardo Pesqueira, fue designado de entrada como director de Banrural para de ahí brincar a la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos.
El entonces coordinador general de Control y Gestión de la SPP, Francisco Rojas, se fue a ser el primer secretario de la Contraloría en el sexenio que sería de la “Renovación Moral”, para luego llegar a la dirección de Pemex.
Y dos directores, el de Difusión y Relaciones Públicas, Miguel González Avelar fue colocado por su amigo De la Madrid como líder del Senado y el de Política Económica y Social se quedó como titular de Programación y Presupuesto.
El “hermano que nunca tuvo”, Alfredo del Mazo González, quien de entre todos los cercanos era el más íntimo, había sido colocado por De la Madrid como gobernador del Estado de México.
De acuerdo a los politólogos y los líderes de la vieja clase política priísta, con todos estos movimientos De la Madrid rompió las reglas tradicionales al no darle espacios relevantes dentro del gabinete a sus contrincantes internos, y por el contrario colocar sólo a cercanos suyos en los principales puestos.
La inconformidad interna se agravó al comenzar De la Madrid a dejar de lado las viejas tesis priístas de justicia social para impulsar una serie de reformas tendientes a establecer un sistema político y económico neoliberal.
Fue entonces que de su entorno surgieron los primeros análisis que advertían que la crisis económica y financiera vivida hacia finales del régimen de López Portillo, fue en muy buena medida operada por De la Madrid y su equipo de tecnócratas neoliberales de Programación y Presupuesto.
EL ENGAÑO
Estos análisis indican que hacia fines del régimen de López Portillo, el Presidente apoyaba sus decisiones de política económica y financiera en al menos dos opiniones fundamentales:
-La que le daba su amigo Jorge Díaz Serrano, desde la dirección de Pemex y,
-La de Miguel de la Madrid quien como secretario de Programación y Presupuesto había logrado integrar uno de los más eficientes equipos de prospectiva y análisis económico nacional e internacional.
Entre uno y otro, López Portillo comenzó a confiar más en las proyecciones de De La Madrid, porque este integró a su equipo a las dos personas más amadas por el Presidente:
-Su hijo José Ramón y;
-Su amante, Rosa Luz Alegría, quien ocupó la Subsecretaría de Evaluación de la SPP.
El hijo de López Portillo narraría años después que su padre fue engañado por el grupo de De la Madrid.
Le hicieron creer que el “boom” petrolero duraría muchos años y, cuando éste se derrumbó y sobrevino la crisis en México, López Portillo ya había decidido que su sucesor fuera De la Madrid, a quien consideró que era el único que podría manejar las cuestiones del desastre económico.
Así, De la Madrid se hizo de la Presidencia y además creó las condiciones para impulsar un nuevo régimen neoliberal en México.
Era la época de que esa corriente predominaba en el mundo bajo el liderazgo de Ronald Reagan, desde la presidencia de los Estados Unidos y de Margaret Thatcher como primera ministra de Inglaterra.
En medio del desastre económico y financiero, de la banca nacionalizada, los mexicanos no se opusieron a la venta de las más de 500 paraestatales que realizó el régimen del colimense bajo la supervisión y el aliento de Carlos Salinas y su grupo de tecnócratas. Nunca nadie supo dónde quedó el dinero de esas ventas.
Tampoco nadie chistó por las nuevas reformas que apuraron el paso de México para acabar con derechos sociales y para disminuir servicios en áreas vitales para los mexicanos.
Ante quienes intentaron elevar la voz, se les esgrimieron los argumentos de que “no había de otra”, o se privatizaban bienes y servicios o habría un quiebre del Estado Mexicano.
SURGE EL QUIEBRE
Y fue entonces que desde dentro del mismo sistema político mexicano, desde el centro del PRI, sobrevino la ruptura.
Previo al destape del nuevo Presidente, hacia fines de 1987, un grupo de priístas, todos ellos defensores de las viejas tesis del nacionalismo revolucionario y de la justicia social, encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, se lanzaron al rescate del PRI y de la Presidencia de la República surgida de la Revolución Mexicana.
Rígido, Miguel de la Madrid y su entorno, decidieron la exclusión de los rebeldes a quienes pretendieron ahogar cerrándoles el camino.
El colimense y los suyos creyeron que expulsándolos del PRI, se resolvería el brote de inconformidad que luego sería resuelto por otras vías y en forma interna. Era la aplicación de la tesis de que la “ropa sucia se lava en casa”.
No fue así. Cárdenas jaló a una parte importante del viejo stablishment mexicano surgido de la Revolución y formó un frente que coló contra la pared a De la Madrid y que puso en jaque a su sucesor, Carlos Salinas de Gortari, quien como López Portillo cargó hasta la tumba el mote del “perro”, llevará consigo el de la ilegitimidad y el fraude hasta la suya.
Lo que hoy es un duelo para algunos dentro de la clase política mexicana, para otros será recordado como un paso de la justicia divina respecto de un hombre, un ex presidente de la República, que bajo el manto gris de su gestión, guardó acciones y decisiones que afectaron gravemente a México, pero especialmente a todas las generaciones surgidas luego de su mandato concluido en 1988.
A él se debe el inicio del enorme saqueo al que se sometió a la rica área paraestatal construida por los gobiernos anteriores en la que figuraban estaciones de radio y televisión, fabricas grandes, medianas y chicas en las que había de bicicletas; puertos, aeropuertos, plantas petroquímicas, carreteras, terrenos, etcétera para llegar hasta la transferencia de Teléfonos de México y otras muchas.
No sólo eso, con él iniciaron también las reformas que luego Carlos Salinas aceleraría para cambiarle el perfil del Estado social a México, por el del neoliberalismo basado en el libre mercado.
Este y mucho más es el Miguel de la Madrid que hoy lloran y honran muchos, y otros detestan en México.