Lágrimas y risas
¬ Juan Manuel Magaña sábado 19, May 2012Política Spot
Juan Manuel Magaña
A la convención anual que los bancos realizan cada año en Acapulco, cada loco acudió con su tema.
Calderón insistió en las falacias de que su gobierno «deja un saldo favorable a México». Y hasta elogió a su equipo económico, que por cierto es tercerón del equipo segundón que presentó como «el mejor del mundo» hace unos años en Davos.
¿Cómo lo ven? Para llorar, ¿no?
A lo mejor sí se lo creyeron sus oyentes, los banqueros consentidos del sexenio, porque todos estaban muy sonrientes y lejos de los millones de pobres que ese gran equipo ha agregado a la pobreza en México.
Por el estilo, el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, destacó la estabilidad política del país como la clave para el futuro. Como si el país se hubiese vuelto a unificar después de la elección de odio que condujo a este sexenio y como si en este sexenio no hubiesen agregado otro inmenso factor de inestabilidad que es la guerra incierta al narcotráfico, de lo que por cierto se hizo como si no existiera.
En su turno Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, que sólo ve para arriba, dijo que México tiene los mejores fundamentos macroeconómicos, cosa que mucha gente se ha de preguntar que con qué se come. Claro, se entiende que es una manera adornada de decir que vamos muy bien, aunque no lo parezca, aunque usted no lo crea.
En cambio el hombre más rico de este mundo hizo un resumen que deberían meditar todos los que en las campañas escuchan la palabra «cambio» y no tienen claro su significado. Dijo Carlos Slim que hemos perdido durante 30 años las oportunidades de crecer. De Miguel de la Madrid a Calderón, es decir, desgobiernos de PRI y PAN.
A su vez, Roberto González Barrera, presidente de Banorte, el único banco mexicano que queda, denunció que la banca internacional asentada aquí sólo se dedica a «ordeñar» al país. A lo que todos dijeron noooooo.
Tal vez no debió decirlo porque la mediocridad que lo rodeaba no sólo no estaba receptiva sino que, como nunca, esta vez fue cautivada por las palabras de ensueño del que ya se va. Aunque el año que entra lo deploren.
Y de crecer, fuchi, nunca se habló.