La guerra de facciones
Augusto Corro miércoles 10, Jul 2013Punto por punto
Augusto Corro
Una vez que se efectuaron las elecciones estatales, continuará la guerra de facciones en el Partido Acción Nacional (PAN).
Como se sabe, en la pugna por apoderarse del partido participan dos grupos: maderistas y calderonistas.
Los primeros son encabezados por el controvertido Gustavo Madero, y los segundos por Ernesto Cordero, alfil de Calderón. Ambos grupos pactaron una tregua mientras llegaba el día de los comicios. Ya pasó y regresa el tiempo de la lucha interna.
¿Cabe preguntar si Madero se fortaleció políticamente con los raquíticos triunfos de su partido? ¿Si logrará superar la peor crisis de su partido?
Suponemos que no. Por una sencilla razón, no podrá controlar la ambición de quienes anhelan apoderarse del PAN.
Entre esos ambiciosos se encuentra nada menos que Calderón, quien busca, por todas las artimañas a su alcance, echar a Madero de la dirigencia panista.
El ex mandatario no quita el dedo del renglón y siempre que puede se da sus vueltas por la capital para ver como llevan el asunto sus muchachos. Esos muchachos son los senadores corderistas que se rebelaron contra Madero, por la destitución de Cordero como su jefe.
Cuando se registró ese desaguisado se conoció la lucha particular de los legisladores por el dinero para los trabajos legislativos, que asciende a millones de pesos. Parte de esa fortuna era utilizada por Cordero para la compra de cosméticos y otras chucherías.
Madero designó a Jorge Luis Preciado como nuevo líder panista en el Senado y fue como echarle más gasolina al fuego. La lucha por apoderarse del partido incluyó, automáticamente, el botín millonario del Senado.
En la denominada Cámara alta la mayoría de los senadores panistas apoyan a Calderón a través de Cordero.
Madero no las tiene todas consigo y la guerra por el poder y el dinero continuará, porque la ambición es mucha.
Por lo pronto, empezará la discusión para superar su diferencia en torno al estatuto que regirá la vida interna de la bancada en el Senado.
LA MEZCOLANZA
Cosas de los tiempos la alianza entre partidos políticos de todos los tamaños para participar en las elecciones.
Así, la ruda con el epazote, combinados, les funcionó a panistas y perredistas en varios sitios, principalmente en Baja California. Claro, el abstencionismo estuvo a todo lo que daba, porque ¿cómo se debe entender la alianza entre la derecha y la izquierda?
¿A que le tira el elector ante la confusión ideológica? Pues a emitir su voto sin conciencia alguna de lo que hace, víctima de la propaganda alucinante.
Hubo partidos chicos como el Partido Nueva Alianza (Panal) que se unió a organizaciones políticas mayores y no le fue mal. En esa revoltura política, ¿cuál es el papel del elector? El de simple comparsa. Es decir, voto por el Panal, pero la política será definida por el partido mayoritario. Algo que no funciona.
Está comprobado que las alianzas sólo funcionan para el día de las elecciones, pues ya en la práctica les sigue la ingobernabilidad. En Oaxaca, el gobernador, Gabino Cué es extracción de una alianza. Su administración pública no se ha diferenciado de gobiernos anteriores, donde la ineptitud y el caciquismo era lo que prevalecía.
Esa entidad sigue sumida en la anarquía y Cué no ha sido capaz de sacar el estado de la crisis política que vive desde hace más de 12 años.
Lo mismo se puede decir de Guerrero, donde Ángel Aguirre, otro gobernador aliancista, vive sus peores días como mandatario estatal. En otras ocasiones hemos señalado los problemas que enfrenta dicho estado ante la incapacidad de Aguirre para solucionarlos. En fin, las alianzas políticas no han dado resultados positivos a la sociedad mexicana. ¿O sí?