¡Santo sepulcro!
Humberto Matalí Hernández lunes 30, Ene 2012Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Las iglesias son grandes, hasta las pequeñas.
Las iglesias son pequeñas, hasta las grandes.
El aire no entra a pesar de que esté ahí…
Patrick Besson. / ¡Santo sepulcro!
Durante el siglo XIII, la ciudad de París, bajo el reinado en Francia de Luis IX, que después sería elevado a los altares como San Luis Rey. Ciudad decadente de los finales del medievo, incapaz de incorporarse aún al Renacimiento italiano iniciado por Dante, Petrarca y Bocaccio. El rey francés decide, ya viejo y decrépito, lanzarse a una cruzada, la tercera, que después le garantizaría, a pesar del fracaso, el grado de la santificación. Entre ese ambiente viven y sufren dos pícaros parisinos, enamorados de la misma prostituta.
A partir de ahí, Patrick Besson (1956) que a los 17 años en 1974 publicó su primera novela, “Les petits maux d’amour”, a la fecha lleva más de 50 obras publicadas, entre cuentos, narraciones, artículos, novelas y otros escritos. En 1985, con la novela “Dara” obtuvo el premio de la Academia Francesa y en 1995 el Premio Renaudot, con la novela “Les Brabans”. Es hijo de padre ruso y madre ucraniana.
A lo largo de ¡”Santo sepulcro”!, Besson exhibe y hace mofa de la cruzada de Luis IX, de la decadencia física y moral del rey Luis y de los príncipes religiosos, representantes del Vaticano y su Pontífice, además de la corrupción de los nobles y señores de la corte francesa. Las miserias humanas son reunidas por el autor, con el punto de vista actual, comprensible en un escritor que es claro no pretende hacer una novela histórica, sino demostrar la forma de vida bajo el fanatismo de la Inquisición, del Papa y sobre todo de un rey deteriorado, que muere durante la Cruzada, más que herido y en fallecimiento heroico, lo hace decrépito y lo peor que puede tener un gobernante: La mala suerte, el “mal fario” diría un gitano o un adicto taurino. Y ante eso las acciones bélicas que inicia están condenadas al fracaso. Como cualquier mandatario actual, condenado a salir mal en rescates económicos, en guerras intestinas o elección de equipos de trabajo. Y de eso los mexicanos no necesitan embarcarse en un rescate de Tierra Santa. Basta con las elecciones.
Una de las mejores descripciones de esta novela con tintes de modernidad es el la forma en como se descarnan el cuerpo del rey y después el viaje del esqueleto desde Jerusalén a París. La forzada adoración a una osamenta, transformada en reliquia del fracaso.
¡”Santo sepulcro”! desde el título es un sarcasmo. No es la admiración ante la tumba de Jesús, sino la barbarie causada por un innecesario rescate, y lo que es peor, el empobrecimiento de un reino y los miles de hombres y mujeres muertos en el fanatismo. Una de las garantías de la novela de Besson es que se mofa del fanatismo y de la hipocresía humana ante las causas y motivos religiosos, sin importar la creencia que sigan o el dios al que idolatres. Eso deben tomarlo en cuenta los altos clérigos que se empeñan en intervenir, desde su punto de vista místico y fanático, en razones de Estado. En los últimos años en México se dan varios ejemplos de ese intervencionismo.
Lo mismo sucede con la sociedad, al grado que el escritor pone en voz de uno de sus personajes, razonamiento más actual que en el siglo XIII cuando lo sitúa Besson: “A partir de cierta edad, las mujeres de tener moral., sólo necesidades. Lo contrario que los hombres: no más necesidades, sólo moral. Anuncio de casos modernos como el reciente en Irlanda con la señora Robinson y su amante de 19 años. O los que surgen en torno al matrimonio Clinton. Olvidan la moral sólo por sus necesidades. Ventajas del poder y la riqueza.
Alianza Editorial publica esta novela. Quizá en el futuro haga lo mismo con otras novelas y narraciones de este autor francés. Pero ¡”Santo sepulcro”! une perfectamente la vida medieval, ese oscurantismo del fanatismo católico, que bajo intereses económicos y del expansionismo de la Iglesia católica y los reinos afines, utilizaron el fanatismo para atacar a los de otra religión, los seguidores de Alá, a pesar de la cercanía de los conceptos místicos. Basta leer el Corán para entender que tienen los mismos principios. Incluso, entre el judaísmo con el cristianismo y a la vez con la religión musulmana. Tienen un mismo arranque y no son pocos los personajes que aparecen en las tres.
Como en todas las guerras de invasión para apropiarse de los recursos de un pueblo, una nación o un simple territorio, a la larga y al tiempo resulta que todo era fútil, la quimera de un ambicioso o un estúpido gobernante con sueños de grandeza, resulta que era innecesario causar una guerra. Y eso viene desde Gengis Khan y los Césares romanos, a Napoleón, y de ahí a Hitler, Stalin, Bush o cualquier otro loco enfermo de grandeza. La respuesta del autor es al final de la novela ¡”Santo sepulcro”!: “Por cierto, ¿a qué vinimos a Palestina? Ah sí: a liberar la tumba de Cristo. A ése le importaba un pito: no estaba enterrado dentro. Tantos muertos por una caja vacía”.
Dura reflexión y certera si se considera que según la tradición católica y cristiana, Jesús resucitó al tercer día, por lo tanto fue una tumba fugaz y es lógico nadie sabe dónde se encuentra. Un fenómeno similar a las astillas de la Cruz de Cristo, de la cual durante las cruzadas y durante siglos se entregaron millones como reliquia santa. Diez siglos después aún hay bastantes en el comercio religioso moderno. Debe haber sido una cruz del tamaño de un bosque del Líbano. Si no es que se extiende a otros puntos del Medio Oriente. Incluso, por eso pude ser tan enorme desertificación, se talaron millones de árboles. Es más simple que cualquier complicación mística. Un simple acto de fe de creer que es una astilla del travesaño de madera donde finalizó el martirio del crucificado.