Una industria explosiva
Alberto Vieyra G. jueves 22, Dic 2016De pe a pa
Alberto Vieyra G.
El mercado San Pablito, en Tultepec, Estado de México, se convirtió en un infierno tras la onda expansiva, producto del estallido de 200 toneladas de pólvora, que provocaron la contaminación ambiental equiparable a la que arrojan diariamente los mil millones de automotores que hay en el mundo.
Lo asombroso, es que hace poco más de una semana se dijo que el mercado de pirotecnia era “el más seguro de Latinoamérica”.
Ni hablar, cae más rápido un hablador que un cojo, o como dicen allá en mi tierra “de lengua me como un plato y de chile un molcajete”.
Sí, en un comunicado difundido en el día de la Guadalupana, el director del Instituto Mexicano de la Pirotecnia -IMEPI-, Juan Ignacio Rodarte Cordero, aseguró que todo estaba bajo control y que la distancia entre cada uno de los puestos para vender pirotecnia era suficiente para evitar una explosión en cadena.
La lengua se le hizo chicharrón, porque el saldo de esa explosión arroja más de 30 muertos, 70 heridos y decenas de desaparecidos.
Hoy, San Pablito es un mercado fantasma, enclavado por los rumbos de Lerma, Estado de México, y si éste no hubiese estado alejado de la civilización, los 30 mil habitantes habrían desaparecido por los estallidos.
Empero, no es la primera vez que San Pablito está de luto, en 2005 y 2006 también se produjeron conflagraciones, que igualmente fueron macabros, y fue un primer llamado de atención para que no se volviera a permitir esa mortífera y contaminante industria.
Pese a todo, los sobrevivientes de esa peligrosa industria explosiva dicen estar dispuestos a seguir jugando con fuego.
En el Estado de México se produce el 70 por ciento de la pirotecnia que hay en el territorio azteca, más de 50 mil familias viven de esa industria.
Anualmente, esa industria arroja una derrama económica de casi 2 mil millones de pesos. Y la contaminación que produce la pirotecnia es equiparable a la que en este momento ahoga a más de 400 millones de chinos que ya naturalizan el ecocidio que se viene encima portando máscaras antigás para no caer como moscas.
Un dato lo proporciona este átomo de la comunicación, quien en festividades, como el 12 de diciembre, en cada pueblo donde hay una iglesia se detonan en promedio 68 “cuetes” por minuto y en las misas hasta el doble.
¿Imagina usted el daño que esa industria y esa inconsciencia le provoca a la naturaleza, incluyendo a los perros que salen huyendo horrorizados por el ruido? ¿Cuándo habrá una autoridad que desaparezca esa industria? ¿Vale la pena seguir jugando con fuego?