Los partidos, impresentables ante la sociedad
Luis Ángel García miércoles 24, Ene 2024Por la Derecha..!
Luis Ángel García
Desde hace tiempo, el sistema pluripartidista mexicano se encuentra en crisis. La Reforma Política de 1979 abrió las puertas a la oposición, sobre todo de izquierda, y permitió el acceso de partidos minoritarios y perdedores al Congreso a través de los legisladores de representación proporcional o plurinominales. Pero también construyó una laxa normatividad que alentó la ambición de bucaneros de la política, mercenarios que fueron sobre los dineros públicos y gente sin escrúpulo que hizo de los institutos políticos negocios familiares que prostituyeron a los partidos para venderse al mejor postor a cambio de canonjías o posiciones parlamentarias.
Al paso de las décadas y de muchos procesos comiciales, los partidos dejaron de representar posiciones ideológicas y traicionaron principios y estatutos para la consecución de intereses personales o de camarillas, contrarios a las demandas ciudadanas y dejaron de hacer propuestas o programas de gobierno. También en el desarrollo histórico de las jornadas electorales quedaron en el camino sinfín de membretes que sí permitieron el enriquecimiento de muchos politiquillos. Así desfilaron el emblemático Partido Comunista de México -para dar paso a un conglomerado de siglas de izquierda que, junto con los tránsfugas del PRI y del PRD, formaron el amasijo que creó el adefesio llamado Morena-, el PARM, el PPS, el partido -negocio familiar- Social Demócrata, el sinarquista PDM, el PRT y el PST.
Pero después vinieron otro tipo de partidos, unos efímeros y otros que sobreviven, que se prostituyeron para formar alianzas y convertirse en institutos bisagras o rémoras como el Partido Verde, que lo mismo se alió con el PRI que con Morena o el PT, seudo partido izquierdoso creado por el Salinismo que se vende ahora a los guindas.
Ya ningún partido representa ideologías o grupos sociales. Es la consecución del poder por el poder mismo, es el ascenso de los grupos fácticos -incluido el narcotráfico- que se han infiltrado en los institutos políticos, y si para ello se tienen que aliarse hasta con históricos competidores antagónicos, lo hacen. Lo importante es asegurar posiciones políticas, aunque después venga la rebatinga.
Otro fenómeno que infiltra y pervierte el sistema de partidos es la corrupción. La ambición por imponer el populista proyecto político de la 4T implica la desaparición de los contrapesos, la rendición de cuentas, el control del árbitro electoral, la sumisión del tribunal en la materia y el uso faccioso de la justicia, a efecto de sancionar a los opositores y hacerse de la vista gorda cuando el partido en el poder infringe la ley. Eso también es corrupción. Tal fue el caso de los moches que exigió la entonces alcaldesa de Texcoco y hoy gobernadora a los empleados municipales para financiar al tlatoani; la fiscalía especializada nunca quiso investigar y consignar a Delfina Gómez. Lo mismo sucede con la denuncia pública que hizo la exdirectora de la agencia noticiosa Notimex, quien confesó que a través de la entonces secretaria del Trabajo, se utilizó el 20 por ciento de las indemnizaciones de los ex trabajadores para apoyar la campaña de la “corcholata” mayor. Con gran impunidad se deslinda la candidata, su partido y el propio Presidente de ese evidente acto de corrupción y le piden pruebas a Sanjuana Martínez, pero como ella dice, los moches no se firman ante notario público; son rateros, no tontos.
Ese es el panorama al que se enfrenta el posible ciudadano que ejercerá su derecho a sufragar el 2 de junio. A pesar de que nadie tiene la cara limpia, hay que votar por la menos mala. No dejemos que la partidocracia nos imponga a un candidato sin propuestas y que sólo sirve como parapeto para mantenerse en el poder. Desconfiemos de quienes prostituyen el arte de la política.