Una buena y una mala
Alberto Vieyra G. miércoles 12, Feb 2020De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Los primeros versículos del libro de Génesis, en la Biblia nos habla de que Jehová Dios creó la tierra en 6 días y el séptimo descanso metafóricamente, poniéndose a deleitar de la perfección de su grandiosa arquitectónica universal, incluyendo a la especie humana. ¿Qué nos dice el pasaje bíblico aplicado en nuestros días? Pues que el séptimo día es sagrado para todos los mortales que con el sudor de su frente se ganan el pan nuestro de cada día.
¿A qué viene la cita bíblica? Mire usted, la semana pasada, Andrés Manuel López Obrador anunció el fin de los puentes largos que han acentuado la desnacionalización del país y el “gandulismo”. Por primera vez, debo aplaudir esta idea del señor presidente porque lo que necesitamos los mexicanos es trabajar y muy duro, como Jehová Dios, los 6 días de la semana y descansar el séptimo día, es un derecho universal.
Que no se piense que este átomo de la comunicación se volvió un lambiscón del Presidente de la República, no, para nada nadita, todo lo contrario. La propuesta de AMLO desató a la jauría de la industria turística que pegó el grito en el cielo advirtiendo que la medida arruinaría a esa industria que gana en promedio unos 400 mil millones de pesos por cada interminable puente de fin de semana y hay que recordarlo que los puentes largos fueron creados por la “docena trágica” panista con dos objetivos: Primero, desnacionalizar a los mexicanos e ir a la par con el imperio capitalista del mal para que los mexicanos estemos en ayunas de conmemoraciones cívicas como la gesta heroica de los Niños Héroes de Chapultepec, la Revolución Mexicana, los mártires de Cananea de Río Blanco que se conmemoraban el 1° de mayo; y en segundo lugar, los “puentes” largos serían para beneficiar al sector turístico y otras industrias que viven de las derramas económicas que dejan los mexicanos a lo largo y ancho del país pero que están en ayunas de las grandes conmemoraciones cívicas. La reflexión del presidente es que “las fechas históricas se conmemoren el día que corresponde” y en ello coincido plenamente con el Presidente.
En una importante universidad en el país me preguntó recientemente un joven universitario que, ¿cuál era la diferencia entre los chinos -China tiene actualmente mil 400 millones de habitantes, menos los que han sucumbido por el coronavirus que ya suman mil-, y los mexicanos que apenas llegamos a 130 millones? Mi respuesta fue muy simple; el 98% de los chinos se levanta a producir desde un alfiler, un paraguas, un teléfono inteligente, una computadora o un auto eléctrico con la más alta tecnología, mientras que los 130 millones de mexicanos nos levantamos solamente a darle en la madre al país. Esa es la diferencia, con honrosas excepciones de aquellos compatriotas que chambean bien duro.
Y ya que le entró el Presidente a darle duro y macizo al “gandulismo”, habría que sugerirle que al magisterio nacional que disfruta de más de 2 meses de vacaciones al año, se les reduzca a la mitad o menos, de acuerdo con la antigüedad de cada trabajador del sector educativo, hoy por hoy, uno de los gremios aristócratas de los gremios y una razón fundamental por la cual la educación es un desastre nacional. No todo es malo en AMLO, a veces se le prende el foco, pero eso es cuando Bartlett se la sopla.
Y la mala es que la irracionalidad del señor presidente, que engaña miserablemente a los mexicanos a tomado el avión presidencial como una prioridad fundamental de su gobierno, lo cual resulta demencial, habiendo asuntos torales como el desastre económico, la masacre delincuencial, la enfermedad de la salud que amenaza convertirse en el Waterloo de AMLO y en fin que hay casos de extrema urgencia, pero para él lo importante es el avión, es el avión, es el avión…